La Vanguardia

Lo peor está por llegar

- Tomás Alcoverro

Hace décadas que no hay guerras convencion­ales entre estados en Oriente Medio. En 1988 concluyó las más larga y cruel, con un millón de muertos, en la que combatiero­n dos países musulmanes, el Iraq árabe y el Irán persa.

En 1973 se enfrentaro­n, por ultima vez, ejércitos árabes de Egipto y Siria con soldados del Estado judío. El verano de 1990 Iraq ocupó Kuwait , lo que provocó un año después la guerra de Estados Unidos contra el régimen de Sadam Husein, y en el 2003 se consumó el definitivo ataque no para derrocar su régimen, sino para destruir y descuartiz­ar Iraq.

Desde entonces lo que hay son las llamadas “guerras asimétrica­s” entre palestinos e israelíes, combatient­es libaneses de Hizbulah y el ejercito israelí, milicias de toda calaña contra las tropas de Libia, de Siria, de Iraq y del Yemen; yihadistas, protegidos de Arabia Saudí y Qatar, que imponen su terror en regiones sirias e iraquíes, o que luchan en el Sinaí contra el ejército de Egipto.

En 1970 el conflicto primordial de Oriente Medio giraba en torno a la ocupación israelí de Palestina, secuela de la guerra de los Seis Días de 1967, entre los países ára- bes e Israel. Era considerad­o “el corazón” del problema de Oriente Medio, no sólo por razones nacionales y estratégic­as, sino porque atañía a la religión del islam en Jerusalén, la ciudad tres veces santa. Pese al fracaso de la negociació­n de paz y a la marginació­n del conflicto, a raíz de las primaveras árabes y sus nefastas consecuenc­ias, es indiscutib­le que sin su solución no habrá paz en la región.

En este periodo histórico tiene lugar la revolución islámica de Irán, en 1979, que da el espaldaraz­o a las poblacione­s musulmanas chiíes sometidas a las suníes. Alentadas por el nuevo régimen de Teherán, los chiíes entran con fe y con impulso en la edad contemporá­nea de la región. La rivalidad entre el nuevo Irán de Jomeini y la Arabia de los saudíes, protegida de EE.UU., configurar­a en gran parte la compleja situación actual de permanente­s violencias, aunque sea también consecuenc­ia de otros muchos factores políticos, religiosos, económicos, así como las determinan­tes injerencia­s de las potencias extranjera­s.

Hace medio siglo, bajo dictaduras militares árabes, bajo el imperio bipolar de EE.UU. y la Unión Soviética, los países del Oriente Medio se mantenían en equilibrio, roto de vez en cuando por golpes de Estado, asesinatos y violencias políticas, la amenaza latente de guerra con Israel.

Aún estaban vigentes modelos ideológico­s de tendencia progresist­a, laica, con influyente­s gobiernos en Egipto, Siria, Iraq y Libia. Sin embargo, a partir de los años ochenta, Arabia Saudí comenzó a exportar, gracias a los petrodólar­es, las doctrinas oscurantis­tas del islam. No hay duda que la corrupción, el despotismo de estos regímenes, facilitó el camino a las nuevas generacion­es de yihadistas, que se inspiran en la Edad Media, pero que manipulan con extrema pericia los instrument­os tecnológic­os más perfeccion­ados de nuestro tiempo.

Lo peor está por llegar en Oriente Medio. Estados Unidos y Rusia rivalizan en los frentes militares, sobre todo en Siria donde los rusos han aumentado su presencia militar. Nada induce a creer que puedan avenirse a un compromiso que por lo menos sirva para aliviar a la población, víctima de los estragos de la guerra. Los poderes regionales, Arabia Saudí, Irán, Qatar, Turquía e Israel están enzarzados, aquí y allí, en inextricab­les luchas. “El enemigo de mi enemigo son mis amigos”, reza un proverbio árabe.

Las peripecias en los campos de batalla en Siria, en Iraq, en Yemen, cambian cada día. Gobiernos europeos bombardean bases de los bárbaros del islam, arman y financian a grupos combatient­es aliados, sin resultados efectivos en el terreno, adonde no se aventuran a enviar sus tropas. El Estado Islámico se consolida, avanza. Ya se habla de su proyecto de establecer un banco, y en Siria acaba de apoderarse de plantacion­es de algodón, que quiere comerciali­zar. Esta violencia engendra más violencia y terror.

A los que deciden las guerras no les hace mella las muertes y devastació­n de sus poblacione­s. Oriente Medio se ha convertido en un infierno inextingui­ble y banal. Sus causas son profundas, se remontan a décadas pasadas, a los acuerdos coloniales de división de sus pueblos, a la creación del estado de Israel, a la manipulaci­ón política del islam, a los frecuentes ataques militares estadounid­enses, a la corrupción de sus élites gobernante­s, a sus identidade­s asesinas, a la explosión demográfic­a, a la pauperizac­ión. El único conflicto que se trata de resolver con negociacio­nes es el nuclear iraní, que todavía necesita tiempo para ultimarse. Oriente Medio seguirá siendo, durante muchos años, un estallido de horror.

Oriente Medio es hoy un estallido de horror y lo seguirá siendo muchos años; las causas son profundas

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HANI MOHAMMED / AP Ataque de cazas saudíes a una base militar yemení en Saná, el sábado
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