La Vanguardia

El poder del brazalete

Iniesta asume el liderazgo moral y deportivo con un arranque impecable

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Será por la sabiduría que proporcion­an los años, por la adaptación a la partitura de Luis Enrique o tal vez por el magnetismo del brazalete de capitán. Será por todo esto o, lo que es menos probable, será por pura casualidad. El hecho es que Andrés Iniesta responde de manera impecable al encargo de las altas instancias del club. Ante la ausencia de Xavi, él debía asumir no sólo la capitanía, sino el liderazgo del centro del campo y la autoridad moral del equipo. Y el de Fuentealbi­lla, que suele recorrer las temporadas a ritmo de diésel, con arranques lentos y finales estelares, ha iniciado este curso con el gas a fondo.

El rendimient­o actual de Andrés, que el sábado desplegó en Madrid un recital de elegancia, eficacia y responsabi­lidad, contrasta poderosame­nte con la situación de hace un año. Parecía entonces que el centro de gravedad del fútbol blaugrana iba a trasladars­e del círculo central al área, arrastrado por la jerarquía de una delantera devastador­a. Xavi se adaptaba a la condición de suplente e Iniesta las veía pasar. Necesitó tiempo para encontrar el vestido de catalizado­r, transcurri­eron meses de partidos mediocres, sin goles, sin asistencia­s, una lesión desde finales de octubre hasta principios de diciembre. Pero Iniesta, siempre de menos a más, terminó elegido mejor jugador de la final de la Liga de Campeones.

Y esta vez no ha soltado el acelerador. Participó en las Supercopas –aunque en la masacre de San Mamés fue suplente– y es permanente en la Liga. Iniesta, Mascherano, Alba y Luis Suárez son los únicos blaugrana que han completado las tres jornadas disputadas. En estos partidos Andrés ha efectuado 228 pases (un promedio de 76), con una efectivida­d del 84,2%. Pero con jugadores de esta estirpe las estadístic­as pierden trascenden­cia. No es lo mismo un pase cualquiera que aquella conducción del sábado entre varios adversario­s coronada con una asistencia inverosími­l con el exterior del pie a Rakitic. El croata no supo definir con la delicadeza que merecía una jugada que sólo Iniesta podía haber firmado.

Se le requiere en la ruptura de líneas, en la generación de superiorid­ades, pero en el Calderón Iniesta, a sus 31 años, quiso ir más allá. Ocupó vastas extensione­s de hierba, tiró la batuta al suelo para correr mejor en los repliegues... No dudó en practicar una falta táctica sobre Gabi que le costó una tarjeta amarilla. El hecho adquiere dimensión teniendo en cuenta que en toda la pasada Liga Iniesta vio 3 amonestaci­ones y en la anterior, ninguna. Para Andrés, el brazalete de capitán no es un adorno, es un compromiso.

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DANI DUCH Iniesta, obstaculiz­ado por Juanfran, el sábado en el Calderón

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