El campeón mereció más en Roma (1-1)
La falta de definición condena al Barça a un empate en un partido solvente
La afición y los futbolistas del Roma celebraron el empate con la efusividad de una victoria. El campeón de Europa daba miedo, y buscó el triunfo por todos los medios con una actuación más que correcta, pero no tuvo los astros a su favor. El gol del empate local fue increíble y cuando en la segunda parte Luis Enrique jugó la carta de Rafinha para incrementar el poder de desequilibrio, el hispanobrasileño cayó lesionado en su primera intervención.
El Barcelona se dispuso a apliron altas dosis de posesión, de paciencia, de combinación y de oportunidades, pero se olvidó de añadir efectividad. El equipo de Luis Enrique protagoniza un inicio de Liga impecable, lo cual no oculta que en los tres partidos disputados en el campeonato ha celebrado únicamente cuatro goles, un promedio extraordinariamente bajo para sus cualidades. En cambio, el Roma no precisó mucha dedicación, apenas intentar rentabilizar las pelotas extraviadas en la zona de creación blaugrana y un golpe de suerte o genialidad, o una combinación de ambas cosas, para mantener las esperanzas del Olímpico. El público romanista, que ovacionó a Messi y Luis Enrique cuando fue- nombrados por la megafonía –en cambio expresó permanente rechazo hacia Neymar- llegó a la conclusión de que quizá había exagerado su pesimismo previo.
Comenzó el camino hacia la final de Milán con cierta sorpresa en el once de Luis Enrique, en el que figuró Mathieu en lugar de Mascherano, y con un Messi hipermotivado en su partido número 100 en la Champions. Habían transcurrido cuatro minutos cuando el crack intentó la primera genialidad, una serie de fintas que concluyeron con un disparo lejano y potente, pero ligeramente alto. Instantes después Leo remató de manera defectuosa una sensacional jugada colectiva. Las únicas expectativas del Roma residían en las pérdidas del rival. Cuando en estas circunstancias el balón llegaba al velocista aunque poco definidor Salah el estadio entraba en transitorio estado de excitación.
Los gladiadores del Roma carecían del armamento necesario para hacer frente a la máquina blaugrana, que golpeó con un gol de Luis Suárez en una jugada originada por Mathieu con un descar plazamiento largo. Los locales protestaron la jugada al entender que debió se invalidada por un choque, que fue fortuito, entre Messi y Digne. Todavía más, y con mayores motivos, protestó el Barcelona tres minutos después, cuando Szczesny derribó a Luis Suárez cuando salió a los pies del delantero.
El estadio había pasado a la resignación, a aceptar la ley de la gravedad hasta que el asombroso gol de Florenzi poco después de la media hora produjo una descarga de adrenalina. El lateral recuperó un balón en defensa, avanzó por la banda derecha y al cruzar la línea del centro del campo vio a Ter Stegen adelantado y disparó. El portero siguió
INCIDENCIAS El sorprendente gol de Florenzi y la lesión de Rafinha marcan un duelo de dominio blaugrana
con la vista la trayectoria del balón hasta la red. ¿Recuerdan el gol de San José en Bilbao? Pues, con algún matiz, resultó una jugada similar, un golpe moral para el alemán en el primer chut a portería de los de Rudi García.
Messi reaccionó coléricamente al gol giallorosso y en cinco minutos protagonizó tres acciones personales con sabor a gol. Pero el primer acto concluyó con un disparo de larga distancia de Nanggolan que, esta vez sí, Ter Stegen repelió con éxito.
En la reanudación, un par de oportunidades consecutivas para el Barça frente a un Roma todavía más parapetado. Dos incidencias que ocasionaron interrupciones descosieron algo el duelo. Primero, la lesión que forzó la sustitución de Szczesny y, a continuación la retirada de Rafinha. El blaugrana había entrado por Rakitic y en su primera pelota recibió una entrada excesiva de Nanggolan que le dejó fuera de juego. Se incorporó Mascherano, pero ya la testosterona se había apoderado del partido. El Barça lo intentó con más corazón que ideas, y pudo definir con un remate de Leo al larguero, pero la vorágine ofensiva resultó inútil.