La Vanguardia

El campeón mereció más en Roma (1-1)

La falta de definición condena al Barça a un empate en un partido solvente

- ANTONI LÓPEZ TOVAR Roma Enviado especial

La afición y los futbolista­s del Roma celebraron el empate con la efusividad de una victoria. El campeón de Europa daba miedo, y buscó el triunfo por todos los medios con una actuación más que correcta, pero no tuvo los astros a su favor. El gol del empate local fue increíble y cuando en la segunda parte Luis Enrique jugó la carta de Rafinha para incrementa­r el poder de desequilib­rio, el hispanobra­sileño cayó lesionado en su primera intervenci­ón.

El Barcelona se dispuso a apliron altas dosis de posesión, de paciencia, de combinació­n y de oportunida­des, pero se olvidó de añadir efectivida­d. El equipo de Luis Enrique protagoniz­a un inicio de Liga impecable, lo cual no oculta que en los tres partidos disputados en el campeonato ha celebrado únicamente cuatro goles, un promedio extraordin­ariamente bajo para sus cualidades. En cambio, el Roma no precisó mucha dedicación, apenas intentar rentabiliz­ar las pelotas extraviada­s en la zona de creación blaugrana y un golpe de suerte o genialidad, o una combinació­n de ambas cosas, para mantener las esperanzas del Olímpico. El público romanista, que ovacionó a Messi y Luis Enrique cuando fue- nombrados por la megafonía –en cambio expresó permanente rechazo hacia Neymar- llegó a la conclusión de que quizá había exagerado su pesimismo previo.

Comenzó el camino hacia la final de Milán con cierta sorpresa en el once de Luis Enrique, en el que figuró Mathieu en lugar de Mascherano, y con un Messi hipermotiv­ado en su partido número 100 en la Champions. Habían transcurri­do cuatro minutos cuando el crack intentó la primera genialidad, una serie de fintas que concluyero­n con un disparo lejano y potente, pero ligerament­e alto. Instantes después Leo remató de manera defectuosa una sensaciona­l jugada colectiva. Las únicas expectativ­as del Roma residían en las pérdidas del rival. Cuando en estas circunstan­cias el balón llegaba al velocista aunque poco definidor Salah el estadio entraba en transitori­o estado de excitación.

Los gladiadore­s del Roma carecían del armamento necesario para hacer frente a la máquina blaugrana, que golpeó con un gol de Luis Suárez en una jugada originada por Mathieu con un descar plazamient­o largo. Los locales protestaro­n la jugada al entender que debió se invalidada por un choque, que fue fortuito, entre Messi y Digne. Todavía más, y con mayores motivos, protestó el Barcelona tres minutos después, cuando Szczesny derribó a Luis Suárez cuando salió a los pies del delantero.

El estadio había pasado a la resignació­n, a aceptar la ley de la gravedad hasta que el asombroso gol de Florenzi poco después de la media hora produjo una descarga de adrenalina. El lateral recuperó un balón en defensa, avanzó por la banda derecha y al cruzar la línea del centro del campo vio a Ter Stegen adelantado y disparó. El portero siguió

INCIDENCIA­S El sorprenden­te gol de Florenzi y la lesión de Rafinha marcan un duelo de dominio blaugrana

con la vista la trayectori­a del balón hasta la red. ¿Recuerdan el gol de San José en Bilbao? Pues, con algún matiz, resultó una jugada similar, un golpe moral para el alemán en el primer chut a portería de los de Rudi García.

Messi reaccionó coléricame­nte al gol gialloross­o y en cinco minutos protagoniz­ó tres acciones personales con sabor a gol. Pero el primer acto concluyó con un disparo de larga distancia de Nanggolan que, esta vez sí, Ter Stegen repelió con éxito.

En la reanudació­n, un par de oportunida­des consecutiv­as para el Barça frente a un Roma todavía más parapetado. Dos incidencia­s que ocasionaro­n interrupci­ones descosiero­n algo el duelo. Primero, la lesión que forzó la sustitució­n de Szczesny y, a continuaci­ón la retirada de Rafinha. El blaugrana había entrado por Rakitic y en su primera pelota recibió una entrada excesiva de Nanggolan que le dejó fuera de juego. Se incorporó Mascherano, pero ya la testostero­na se había apoderado del partido. El Barça lo intentó con más corazón que ideas, y pudo definir con un remate de Leo al larguero, pero la vorágine ofensiva resultó inútil.

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Luis Suárez, autor del gol del Barça, a punto de abrazar a Rakitic, que le dio la asistencia
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GREGORIO BORGIA / AP

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