El amor en la edad madura

LE Grand Colbert es una encantadora brasería de París, situada detrás del Palais Royal, donde Diane Keaton demostraba a Jack Nicholson que lo prefería a él antes que a Keanu Reeves, a pesar de ser veinte años más joven, en la película Cuando menos te lo esperas. Nicholson encarna a un viejo empresario musical a quien le fascinan las veinteañeras, que acaba perdidamente enamorado de la madre de su última novia. El personaje de Nicholson le confiesa a Keaton: “Verás, superar el infarto fue sencillo, en cambio perderte fue un infierno”.

El amor en la edad madura no es ni mejor ni peor, es simplemente diferente. Ciertamente, la ternura le gana el pulso a la sexualidad, pero esta puede ser igualmente emocionante, saludable y reparadora. Germaine Greer definió el proceso de maduración del ser humano como la mayor aventura de la vida. Según la investigadora, el éxito consiste en ir adquiriendo la sabiduría necesaria para apurar la vida hasta la última gota, tranquilamente y manteniendo el espíritu positivo.

Leyendo la entrevista a Isabel Preysler en ¡Hola!, que recogemos en Gente sobre su relación con Mario Vargas Llosa, se percibe un cierto impudor por explicar qué siente la pareja: “Hay una cierta verdad cuando dicen que nos hemos hecho inseparables y que no queremos perder ni un minuto. Queremos vivir esta experiencia de una manera que enriquezca todos los aspectos de nuestra vida en todo lo que sea posible”. Ella explica cómo interioriza esos amores de madurez con el Nobel: “¿Que cómo vivo el amor en esta etapa de mi vida? El amor siempre es el mismo… Pero, como dice Mario, la experiencia añade al sentimiento una cierta sabiduría”.

Vivimos más años y deseamos vivirlos hasta el último segundo siendo felices. La ilusión de una persona de 79 años, enamorada de otra de 64, resulta enternecedora. Cuando sólo quedan presentes, se comprende que se quiera vivir cada momento como el futuro perfecto.