La Vanguardia

No hablo de ‘ello’

- Imma Monsó

El día anterior a la Diada no dediqué esta columna a hablar de ello, sino a hablar del cielo y de las nubes. Sin embargo, dos días después, ante el contenedor de basura, un vecino me interpeló: “¡Estoy de acuerdo con lo que dijiste de la nube!”. No entendí: yo sólo hablaba de una nueva nube llamada asperitas, muy hermosa, que está en proceso de ser internacio­nalmente reconocida como una nube con estatus propio. Él insistió: “Costará, costará... ¡Pero lo conseguire­mos!”. A sabiendas de que su mujer, a diferencia de él, no es partidaria de la independen­cia, le pregunté por el estado de su relación conyugal: “Y tu mujer, ¿qué?”. “Uf, salimos a pelea diaria. Sin ir más lejos, en lo de la nube no estábamos de acuerdo: ella sostenía que el artículo se refería a la nube propiament­e dicha”. Iba a decirle que, en efecto, ella tenía razón, pero entonces me acordé del contexto en el que ella me había declarado su intención de voto. Fue tras un artículo en el que yo elogiaba las ventajas del alquiler frente a las desventaja­s de la compra; ella se acercó (también ante el contenedor) y me susurró (los no independen­tistas, últimament­e, susurran): “Estoy de acuerdo con lo que dijiste del alquiler, porque yo tampoco veo claro lo de tener ‘piso propio’, ya me entiendes...”.

Como se puede apreciar, no hablar de ello no basta para evitar la voracidad interpreta­tiva de los que todo lo interpreta­n en clave de ello. Es más, quizá si hablara de ello, no me pasarían estas cosas. Pero ¿cómo hablar de ello si no me siento cercana a ninguno de los que toman posicionam­iento por una u otra vía? ¡Si al menos pudiera desinteres­arme por completo del tema...! Pero ni eso consigo: pienso demasiado en mi falta de interés por el tema como para no darme cuenta de que es raro que una se interese tanto por el hecho de no interesars­e en algo. Será que emocionalm­ente me siento involucrad­a pero me falta la fe. A veces me gustaría tenerla, en uno u otro sentido, y la invoco y aparece. Pero me dura dos minutos: en cuanto me dirijo a comulgar, me siento manipulada y huyo. Esa permanente contradicc­ión (que es la misma que me permite escribir novelas y meterme en la piel de distintos personajes) me impide formarme una opinión redonda sobre el tema. Por eso no hablo de ello. Por suerte, este espacio está concebido para hablar de cualquier otro asunto. “El Runrún es ideal para los escritores de ficción: puedes inspirarte en cualquier cosa... ¡Y pasan muchas cosas en Catalunya a lo largo de una semana!”, me dijo uno de mis jefes el primer día que me entrevistó. Poco podíamos imaginar que llegaría el día en que sólo pasaría una. No hablo de ello porque soy de las que desean que esto acabe de una vez, para que todos volvamos a otorgar al resto de asuntos el relieve que merecen.

No basta con no hablar de ‘ello’ para evitar la voracidad interpreta­tiva de los que sobreinter­pretan

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