Debate incómodo
La cuestión nacional, la relación entre Catalunya y España, siempre ha sido un expediente incómodo para el Cercle d’Economia, el órgano colectivo a partir del cual la burguesía barcelonesa recuperó su capacidad de acción sociopolítica y operativa, cerca de la administración del Estado, tras el desastre de la guerra civil, y en una España a las puertas de una nueva política económica, el Plan de Estabilización.
Burguesía con raíces locales, a caballo entre el nacionalismo catalanista y un programa de cambio para España. Consciente de la singularidad estructural de la economía catalana respecto a la española del desarrollismo. Su núcleo duro siempre se ha sentido más cómodo hablando de política macroeconómica y sobre el diseño de Europa que del espinoso asunto territorial.
No es extraño pues que la nueva eclosión del problema catalán, en el verano del 2010 con la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut provocara en este foro una fisura que se ha ido agradando al ritmo de desarrollo de la crisis política. En ese indignado verano del 2010, el entonces president del Cercle, Salvador Alemany, planteó la posibilidad de que la entidad se sumase a la manifestación de protesta contra el fallo del Constitucional. Se produjo un acalorado debate, con varios protagonistas que también volvieron a estar presentes en la tensa reunión del pasado lunes, cuando la junta no pudo aprobar el texto presentado por Anton Costas, su actual presidente. Allí estaba este último, entonces como vicepresidente, contrario a la propuesta de Alemany. Y también Artur Carulla, con idéntico cargo, defendiendo la participación. Al final, el Cercle no se sumó, pero los debates sobre el asunto se sucedieron, a caballo de unos acontecimientos que se desplegaban desbocados.
Después, en el 2011, Josep Piqué, que había sido unos años antes ministro de los gobiernos de Aznar, asumió la presidencia. Este, cuando estaba en la política oficial, había defendido que el problema catalán iba a desaparecer por la vía del crecimiento económico de la “España va bien” de su jefe. Tal vez por eso no se mostró muy proclive a tratar el asunto durante su mandato. En el documento previo a las elecciones generales que ganó el PP de Mariano Rajoy, en noviembre del 2011, la junta de Piqué emitió una opinión en la que no se mencionaba Catalunya ni el problema de su encaje en España. Era un nuevo síntoma del giro de su presidencia, también de la incomodidad del foro empresarial con el asunto, que protagonizó sesiones de debate tormentosas.
Al llegar Costas, en el 2013, la situación no permitía eludir al asunto. Él mismo lo convirtió en el tema central de las Jornadas de Sitges de los dos últimos años. Pero en unos términos en los que la calle, y sobre todo un sector creciente de los propios socios del Cercle empezaban a considerar insuficiente. El documento presentado el lunes, intentado quedar a medio camino, ya no fue aceptado por ese sector, de nuevo Carulla fue el rival, y el Cercle ha tenido que virar sobre su propia posición. Intentando ponderar las posiciones en juego pero abriendo el abanico mucho más de lo que nunca pensó.