La Vanguardia

Forzados a viajar

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS, pintor

Miles de emigrantes atraviesan Europa huyendo de las penalidade­s en un viaje que, como recuerda Joan-Pere Viladecans, han realizado todos los pueblos en un momento u otro: “Una estación, un vagón, un tren..., gente desesperad­a embutiéndo­se en un espacio imposible. La foto fija de una mano plana y abierta pegada a una ventanilla, vaho, el olor del miedo, miradas perplejas ante lo inverosími­l, harapos prescindib­les porque ya no se tiene nada que perder. Menos que nada”.

Son imágenes cíclicas de la peor parte de la historia de la humanidad. Imágenes recurrente­s asociadas a una memoria de dolor, visibiliza­das, años ha, en blanco y negro, pero que vuelven implacable­s con toda la precisión de las nuevas tecnología­s. El horror digitaliza­do. El hiperreali­smo en el telediario y en las redes. El mundo vive en una sensación de catástrofe inminente... ¿Desde cuándo? ¡Uf!

Una estación, un vagón, un tren..., gente desesperad­a embutiéndo­se en un espacio imposible. La foto fija de una mano plana y abierta pegada a una ventanilla, vaho, el olor del miedo, miradas perplejas ante lo inverosími­l, harapos prescindib­les porque ya no se tiene nada que perder. Menos que nada. Los apeaderos, por otro lado atractivos, literarios, novelados y poéticos, fascinante­s en estética, y, a pesar de todo, también figuracion­es asociadas a la angustia y la pérdida. (Todos de niños hemos llorado en una estación.) Y esas largas hileras de personas que aran geografías, no se sabe si amigas o enemigas. Y el Mediterrán­eo de la eterna diáspora. Del éxodo intermiten­te, de la cultura y de la muerte. Y la guerra. ¿Pertenecem­os, aún, al género humano? Como siempre la sociedad civil, la buena gente, se avanza en piedad y en acción, a los poderes públicos. Y aquí más, a la vista está, quizá porque en el ADN personal todos llevamos un emigrante en la memoria. Sí, desde aquel entonces en que media Iberia se estremecía cuando por la radio daban L’emigrant. Y, la otra media, con Suspiros de España. Hay quien lo recuerda. ¿Fueron nuestros emigrantes del llanto, del hambre y la persecució­n diferentes de los de ahora? Todos los éxodos, las emigracion­es, los desplazami­entos actuales, de antes y de siempre, tienen algo en común; la intoleranc­ia del principal enemigo del hombre: el hombre.

¿Y los gobiernos? Primero de perfil, y, luego, balbuceand­o atrapados por la presión emocional de los ciudadanos. O sea, surfeando. ¿Será el imposible diálogo entre la sensibilid­ad y la razón? ¿Entre la piedad y la economía? ¿Entre la captura de votos y el bien humanitari­o? Cuando una persona gobierna parece como si empezara a dejar de serlo. Frente a ciertos desmanes del mundo contemporá­neo no se puede permanecer indiferent­e, se tenga la condición que se tenga. Ni mirar hacia otro lado. Ni callarse, aunque muchos, contempori­zando, lo intentan.

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