El peso de la libertad
Ramon Espadaler hace campaña con un peso encima. Es el peso de la libertad personal que, aunque nos convierte en soberanos de nosotros mismos, es muy difícil de llevar. La libertad es cara. No está escrito que conduzca a puerto seguro. La navegación del hombre libre es mucho más azarosa y complicada que la de la gente gregaria. El grupo (la nación, por ejemplo) protege, conforta y ofrece seguridad, mientras que la soledad del libre está llena de incertidumbres y penalidades. El peso que recae sobre Espadaler le está convirtiendo en un hombre estoico. Siempre había sido un político cauteloso, que medía mucho las palabras y nunca tenía un mal gesto. Ahora se está convirtiendo en un político sufriente. Sufre por la suerte de su viejo partido y, por lo que dice, también por la suerte del país, que él ve presa de uno de los clásicos arrebatos a los que de vez en cuando tendemos los catalanes (como explicaba Amadeu Hurtado coprotagonista del 6 de octubre de 1934). Unió había recibido mil críticas como partido parásito y era acusado de grupo lobbista. Pero, pudiendo culebrear en Junts pel Sí a la espera de que amainara la tormenta para regresar por donde supuestamente solía, ha elegido ser fiel a su visión de las cosas. Unió está sola. Bajo el puente: entre la emoción contagiosa de unos y de la negación infatigable de otros. Pulcro, razonable y algo triste, Espadaler sigue sin hacer ni un mal gesto. Entre apocalípticos y grandilocuentes predica la prudencia, una virtud de mala fama. Muchos la consideran sinónimo de impotencia. Espadaler se aferra a la prudencia como los soldados de infantería, bajo un intenso bombardeo, se refugian en la trinchera.
RAMON ESPADALER Entre apocalípticos y grandilocuentes predica la prudencia, virtud de mala fama