Obama y el resto
Con sinceridad creo que el ministro Margallo es, de lejos, quien más se merece el sueldo del Ejecutivo de Rajoy. Trabaja a todas horas en su denodada lucha contra el proceso catalán, mueve cielos y tierras internacionales para conseguir alguna migaja de apoyo, aunque sea dictando a los periodistas la frase concreta arduamente conquistada y, por tener tiempo, aún lo tiene –y ganas, lo cual es de aplaudir– de debatir con Junqueras en can Cuní sobre la Unión Europea. Eso si las presiones del Gobierno a su propio ministro de Exteriores para que no haga el debate no surten efecto... Por cierto, ¿Margallo se prohíbe a sí mismo, o ya no es Gobierno? En fin, planeta inteligente.
Sigamos. Decía que Margallo merece admiración por trabajador. Además es culto, sabe idiomas y no le hace ascos a intentar ganar argumentalmente lo que otros sencillamente niegan o reprimen.
Personalmente creo que es el más europeo –es decir, menos castizo– de los ministros de Rajoy, con la excepción de Guindos, que ya no está...
Lo cual no significa, sin embargo, que tenga éxito, y a las pruebas de los apoyos
¿Tres ambiguas declaraciones es todo lo que pueden conseguir usando toda la fuerza del Estado?
internacionales conseguidos para la causa contra la independencia me remito. Por supuesto, le dan tanto bombo y lo venden con tanto histrionismo que parece que Merkel u Obama o Cameron acaben de sellar la unidad de España para la eternidad. Pero, mirando con lupa las declaraciones del tridente, ¿esto es todo lo que pueden conseguir usando toda la fuerza del Estado? Porque veamos el cuadro: Merkel pasó de puntillas sobre el tema, tanto que incluso The New York Times se preguntó por qué la canciller alemana, siempre tan clara, fue tan ambigua en la cuestión catalana; Cameron sólo dijo que quedaríamos fuera de la UE, pero también lo dijo de Escocia, que respondió que no se lo creía ni él, y tampoco dijo nada contra la independencia catalana; y Obama, con presencia coronada incluida, no ha dicho ni mu que pueda considerarse, ni de lejos, que está en contra de la autodeterminación catalana. De hecho, su frase es tan genérica que la han aplaudido desde las dos orillas del proceso. Una España fuerte y unida, y tanto, pero ¿con quién? Porque si no apostilla con el tema catalán, la cosa queda en el espacio sideral, ese al que nos envían siempre. Y... esto es todo. Pero si todo es esto, perdonen pero han dedicado muchos esfuerzos diplomáticos, mucha presión, mucho lobby movilizado –¿mucho dinero?–, mucho de mucho sólo para conseguir un poco de ruido.
Lo cierto es que a pesar de las buenas artes de Margallo, de la fuerza de un Estado, de los intereses y los lobbies y etcétera, no hay un solo pronunciamiento internacional contra la independencia catalana, lo cual es especialmente sintomático. ¿Será que no quieren meterse en ese berenjenal por si tienen que lidiar con un Estado catalán? O quizás que ningún demócrata quiere pronunciarse contra los derechos de un pueblo.