Coherencia interior
Thomas Szasz, uno de los padres de la antipsiquiatría, sintetizaba así la ética del masoquista: “Prefiere ser aceptado como víctima que no ser aceptado”. Durante años, el catalanismo fue descrito como una partida de masoquistas que iban mucho más allá de la definición de Szasz: empeñados en hacer creer que no eran aceptados en España, persistían en su condición de víctimas. Esta recalcitrante fijación masoquista del catalanismo recibió un nombre: “victimismo”. Los catalanistas disfrutaban considerándose perjudicados e inventaban agravios: ¡nunca tenían bastante! Pero con la aparición de Ciudadanos, el victimismo cambió de bando. La inmersión, la rotulación de las calles, la existencia del TV3 eran la demostración de que en Catalunya había víctimas y verdugos. Enseguida, PP y C’s compitieron cuerpo a cuerpo para ser más víctimas que el otro: víctimas de la lengua y sin derecho a opinar. Hace años que el relato español de Catalunya se resume así: la minoría sádica catalanista dominante se impone a las víctimas silenciadas. Sin embargo, existe un político catalán que siempre ha sido víctima: Josep Enric Millo. Gerundense de adopción, militante destacado de Unió, llegó a
ENRIC MILLO Fue acusado de victimista y reivindica ahora aquella condición
ser portavoz adjunto del grupo de CiU. Y cuando las víctimas cambiaban de bando, se pasó al PP y ha llegado también a ser su portavoz. Fue acusado de victimista cuando era militante catalanista y ahora es uno de los principales competidores de C’s en la reivindicación de su condición de víctima del catalanismo. No sé qué diría Thomas Szasz, de Millo, si pudiera valorar su caso. Es un masoquista modélico y un político coherente como pocos: ha cambiado de camisa, pero no de condición.