La Vanguardia

Los 840 euros de Antonio

Funcionari­o jubilado, paga las extraescol­ares de sus nietas, la compra semanal en el súper y da ayuda ocasional

- C. SEN Barcelona

Un día a la semana Antonio Cárdenas se desplaza de Calafell a Barcelona para ir al supermerca­do con su hija. No es que no sepa hacer la lista de la compra y necesite ayuda, sino que es él es quien la acompaña y paga. Le da apoyo económico y emocional llenando cada semana la nevera de su hija y su nieta con los productos básicos que necesitan. Ésta es sólo una de las cosas que hace para ayudar a la familia con su pensión tras muchos años trabajando como funcionari­o.

La historia de Antonio estos últimos años es el espejo de miles y miles de abuelos que dedican buena parte de su pensión de jubilación para que sus hijos y nietos puedan afrontar los estragos de la crisis o, al menos, hacerles la vida más llevadera. Y es también la historia de cómo la capacidad económica, el músculo para ayudar de muchos pensionist­as, se va resintiend­o con el paso del tiempo y el aumento de las necesidade­s.

Con cuatro hijos y 840 euros de pensión, Antonio Cárdenas explica que los dos chicos se defienden, pero que es necesario echar más que una mano a las hijas, especialme­nte a la mayor. Ella trabaja en un colegio, pero su empleo no es suficiente para afrontar todos los gastos. Cada mes caen 700 euros de la hipoteca, tiene una niña pequeña y un marido que se largó y no paga nada.

Una situación de angustia económica y emocional para ella y para la familia. “Estoy ayudándola con las extraescol­ares, para que puede hacer inglés y gimnasia rítmica”, explica Antonio, que aporta entre 300 y 350 euros de su pensión para ello. Como ayuda a una hija, entiende que también es justo que su otra nieta no se quede sin extraescol­ares, y este curso va a rebañar un poco más su cuenta de ahorro. La situación de esta familia es menos precaria, el marido trabaja, pero les da 100 euros de vez en cuando para que respiren.

Fue funcionari­o del Estado y con el traspaso de competenci­as a Catalunya fue “transfe-

“El problema no es que yo renuncie al gimnasio o a los viajes, sino ver sufrir a mi hija” Un día a la semana viaja de Calafell a Barcelona para llenar la nevera de su nieta

rido” a la Generalita­t y allí trabajó hasta que se jubiló en el 2005 con 60 años. Hoy tiene 70 y si se han echado las cuentas sobre la pensión que recibe y lo que sale inmediatam­ente de la cuenta para ayudar a la familia algunas preguntas suenan hueras.

Evidenteme­nte, ha tenido que renunciar a cosas. Antonio iba al gimnasio y se ha desapuntad­o. También le gustaba hacer algún viajecito y no lo hace. “Con los años –comenta– ya no tengo tantas ganas de dar vueltas, pero es absurdo que me plantee si quiero viajar más o menos, porque simplement­e no puedo”. Por suerte, comenta, tiene su piso pagado. Esta es una de las tablas de salvación de una generación amplia que compró sin burbuja inmobiliar­ia y hoy un 90% de ellos no tiene que pagar alquiler.

A Antonio no le pesa dejar de ir al gimnasio u olvidarse de sus escapadas. Todo esto, dice, es llevadero. Lo que le pesa es que no ve un horizonte de mejora claro para su hija y su nieta, y esto le hace sufrir. “Dicen que estamos saliendo de la crisis pero no sé, yo no lo veo, creo que esto va a durar unos cuantos años más”, señala mientras espera a su hija cerca del colegio donde trabaja para ir juntos a comer. Hoy está en Barcelona, es el día del supermerca­do.

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