La Vanguardia

Víctima del tiranosaur­io

El escritor Bashkim Shehu, de las cárceles y torturas en la Albania de Hoxha a un pisito en Badalona

- DOMINGO MARCHENA Barcelona

Los refugiados sirios que Catalunya y Europa se aprestan a acoger huyen de la guerra. En realidad, huyen de otras personas. Hay personas que matan, encarcelan o dejan morir de hambre a otras porque tienen una religión, una ideología o una opción sexual diferente. Porque son diferentes. O porque son mejores, como este matrimonio de intelectua­les: Bashkim Shehu, de 60 años, y Edlira Hoxholli, de 46, que viven en un coqueto piso de Badalona, en una segunda planta sin ascensor.

Bashkim Shehu, autor de una excelente obra narrativa, traducida a más de seis idiomas y traductor a su vez del catalán al albanés de autores como Jordi Puntí o Jaume Cabré, era uno de los tres hijos de Mehmet Sheshu, durante muchos años el hombre fuerte de un sátrapa, Enver Hoxha, que convirtió Albania en un búnker, el último bastión del marxismo leninismo y que rompió relaciones incluso con la URSS de Jruschov y la China de Mao por su aperturism­o.

Pero su delfín cayó en desgracia y murió en 1981. Se suicidó o lo suicidaron. No contento con eso, el régimen se ensañó con su familia, acusada de “propaganda y agitación subversiva contra el Estado”. Uno de sus hijos se mató cuando iban a detenerle. ¡Cuántos suicidios en esta familia! La esposa de Mehmet Sheshu y los otros dos hijos fueron encarcelad­os. La mujer murió durante el cautiverio de una parada cardiaca, lo mismo que decían los certificad­os de defunción de los fusilados por el franquismo. ¿Una muerte natural? “Es probable, pero no seguro”, dice Bashkim. Él y su hermano, que ahora está en Suecia, pasaron ocho años en prisión por ser hijos de su padre. “Lo peor de todo no fue sólo la priva- ción de libertad y la separación de la familia. Fueron los inte… los inte…”. Le cuesta decir interrogat­orios porque en realidad quiere decir torturas. Y calla.

Todo lo que tenía que confesar aparece en novelas como las impresiona­ntes El último viaje de Ago Ymeri (Meteora) o Confesión junto a la tumba vacía (Penínsu- la) ¿Le dolió escribirla­s? “No”, dice, pero su mujer ha dejado hace rato un paquete de pañuelos de papel en la mesa, a su alcance.

Estuvo en las cárceles de Burrel y Spac, y en el campo de reeducació­n de Përparim ( progreso en albanés), en un pueblo que antes de que Hoxha prohibiera la religión era San Basilio. Los dictadores que prohíben rezar son tan reales como los que venden y expatrían el mar, como el protagonis­ta de El otoño del patriarca de García Márquez. La escritura y la lectura le salvaron. Leyó y releyó una fusión de las obras de dos historiado­res de la filosofía, que otro preso había copiado a mano. Lo liberaron el 17 de marzo de 1991, seis años después de la extinción del tiranosaur­io.

En la calle ya se publicaban periódicos no oficiales con denuncias tanto o más graves que las que motivaron sus dos condenas. Retomó su trabajo como guionista en el Estudio Nacional de Cinematogr­afía, pero para entonces ya había sucumbido al veneno de la literatura. En 1992, él y Edlira, se exiliaron en Budapest, pero regresaron en 1995 para reencontra­rse con un país que caminaba por el precipicio. La economía se hundió, el pueblo saqueaba los almacenes del Ejército. “Todo el mundo estaba armado y hubo miles de muertos en pocos meses.

“El país caminaba por el filo del precipicio, todo el mundo estaba armado y hubo miles de muertos en meses”

Aquella violencia me recuerda a la que hoy se vive en Siria y en tantos países”. El matrimonio pidió ayuda al Parlamento Internacio­nal de Escritores, que por entonces presidía Wole Soyinka y que antes había presidido Salman Rushdie. Llegaron a Catalunya en 1997 con un permiso especial.

España les concedió la nacionalid­ad. A él, en el 2006, antes de los diez años de rigor, por méritos artísticos. A ella, poco después, por arraigo familiar. Creían que se quedarían sólo hasta que la situación se normalizar­a en Albania, pero aquí se sintieron muy bien y aquí nacieron, en el 2004, sus mellizas. Un día, mientras las ayudaba con sus deberes de inglés, Edlira, que también es traductora, les dijo que en su país no había ninguna tradición semejante a la de Saint George. “¿Cómo que no, mamá? ¿Y Sant Jordi?”. Ella pensaba en Albania. Las niñas, en Catalunya.

 ?? XAVIER CERVERA ?? El escritor Bashkim Shehu, junto a su esposa, la traductora Edlira Hoxholli, en la habitación de su casa de Badalona donde ha comenzado un ensayo sobre la emigración
XAVIER CERVERA El escritor Bashkim Shehu, junto a su esposa, la traductora Edlira Hoxholli, en la habitación de su casa de Badalona donde ha comenzado un ensayo sobre la emigración

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