Reggae en Osona
El jamaicano Brushy One String se convierte en la gran sorpresa de la jornada inaugural del Mercat de Música Viva de Vic
Núria Graham descorchó anoche la segunda jornada del Mercat de Música Viva de Vic. Presentando su primer disco oficial, Bird eyes, actuó en la plaza Major de la ciudad. La presencia de Graham en el cartel es significativa por su indudable interés, y porque jugaba en casa, ya que nació en Vic en 1996, en lo que no es el único y perfectamente saludable guiño del programador a los intérpretes de Osona.
La edición número 27 del Mercat arrancó el jueves en el Teatre Atlàntida con el espectáculo conjunto entre el portugués António Zambujo y la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics, del que este diario ya informaba en su edición de ayer. Más allá de esta propuesta, el programa de la primera jornada contó con otros nueve conciertos en las dos carpas habilitadas a orillas del Atlàntida y la bendi- ta Jazz Cava, todos ellos gratuitos.
La gran sorpresa llegó de la mano del jamaicano Andrew Chin, más conocido como Brushy One String. La carrera de Brushy tomó un fuerte impulso a finales de la década pasada, cuando el cineasta Luciano Blotta lo vio actuar y quedó impresionado ante aquel intérprete que manejaba una guitarra acústica con una sola cuerda. Lo que de entrada podría parecer una mera curiosidad devino arte del bueno gracias a la tremenda competencia interpretativa del músico, que gobernaba con asombrosa autoridad el instrumento, vibrando su única cuerda y percutiéndola, y combinando un canto grave y arrebatador con estupendas pirotecnias vocales. A caballo del blues y el reggae, y con una personalidad magnética, Brushy One String cautivó al personal con temas propios ( Grays in my blues, No man stops me, Chicken in the corn...) y un bonito medley a mayor gloria de Bob Marley.
Entre el resto de las actuaciones de la noche, la caboverdiana Elida Almeida no pasó de la corrección, ya que su propuesta evidenció una mirada demasiado apegada a cierto estándar pop sin sorpresas, con menos acento del deseable en el bagaje musical de su país. Resultó saludable la excentricidad de los mexicanos Sonido Gallo Negro, que comparecieron ataviados con túnicas y máscaras chamánicas, desplegando una vistosa propuesta instrumental de garaje latino surfeante. Ya de madrugada, el trío italiano Joycut dio rienda suelta a su electrónica con narrativas oscuras y no pocos episodios de conexión emocional con el público, aunque con una paleta de recursos todavía algo limitada.
La caboverdiana Elida Almeida no pasó de la corrección, con una mirada apegada en exceso al estándar pop