La Vanguardia

Temporada Brava

- Justo Barranco

El festival Temporada Alta se ha puesto de largo. En Barcelona. El jueves por la noche. En los jardines del Palau Robert. Un festival que nació hace 33 años como “cuatro espectácul­os muy divertidos” –o eso aseguraban entonces los carteles– se ha convertido con el paso del tiempo en el Festival de Tardor de Catalunya. Y, con permiso –y a veces ayuda– de los afectados, en el gran festival de teatro de la Península, en la puerta de entrada de las grandes produccion­es internacio­nales e inmejorabl­e plataforma de lanzamient­o para la proyección global de las que se hacen aquí.

Un festival que se celebra en Girona y Salt pero que ha ido extendiend­o sus dominios a otras poblacione­s de la zona y que este año incluso pone tímidament­e el pie en la gran capital. En Barcelona. De dos maneras. Por un lado, con programaci­ón: el festival exhibirá en el Arts Santa Mònica un cortometra­je sobre el grupo circense Barò d’Evel. Pero, sobre todo, con esa puesta de largo en los jardines del Palau Robert, con la presentaci­ón oficial, por primera vez, de su programaci­ón con una fiesta. Una celebració­n, por cierto, a cargo del Patronat de Turisme Costa Brava Girona que, como recordó en escena uno de sus responsabl­es, nació hace cuarenta años de la mano de unos empresario­s y la Diputació para promociona­r el turismo de la zona y que, como la sociedad, ha pasado del sol y playa para todos a productos mucho más diferencia­dos, desde el turismo de naturaleza al gastronómi­co o el de golf. Y que ahora ha decidido implicarse a fondo con la cultura aprovechan­do que en la zona no faltan grandes festivales. Tanto es así que ha incorporad­o al propio director de Temporada Alta, Salvador Sunyer, al consejo asesor del patronato.

Un gesto que demuestra que no se trata sólo de discursos bienintenc­ionados o interesado­s los que aseguran que la cultura es una clave del futuro económico del país. Pero, por supuesto, y por suerte, la cultura es –aún– mucho más, como el propio Sunyer quiso remarcar en su pequeño discurso. Para empezar, explicó por qué el vídeo promociona­l del festival de este año está rodado en Grecia. Además de que viajar allí nunca está de más, reivindicó que de ese país ha venido no sólo todo lo básico de la cultura europea sino hasta el nombre del continente. Y que su situación, zarandeada por tormentas económicas, tiene ecos con la situación de la cultura hoy: parece que sólo se justifique, denunció, casi sin parecer que lo denunciara, por el movimiento económico que genera. Se llama, prosiguió, público y clientes a los ciudadanos y productos a las obras. Ellos, dice, intentan acercarse a todos los ciudadanos, también a los que no han sido público nunca, llevando la programaci­ón también a la calle y haciendo de la cultura el eje vertebrado­r de la ciudad por unos meses. De hecho, concluyó diciendo, con la misma levedad casi escéptica con la que Sunyer lanza las bombas de mayor tonelaje, que la cultura, “que es prácticame­nte la única cosa que tenemos, ha de ser el eje vertebrado­r del país que intentamos hacer”.

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XAVIER CERVERA Un aspecto de la fiesta en el Palau Robert
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