Potencial singular
Ramon Bassal
Intérpretes: Ramon Bassal, violoncelo; Camila Köhnen, piano Lugar y fecha: Petit Palau (17/IX/2015)
Comienzan a verse los estupendos frutos de una generación muy joven de músicos que muestran no sólo buena formación sino también un instinto musical singular. En el terreno del violoncelo los ciclos de Residència en la Pedrera nos han dado la oportunidad de escuchar y valorar, por ejemplo, a Òscar Alabau y a Pau Codina. Y ahora, en el Palau, Ramon Bassal hizo un recital estupendo dedicado a la memoria de Alfred Bassal Riera, fallecido en julio pasado, miembro del Patronato del Palau y de la Fundació Esade, y tío del joven intérprete. Alguna vez habría que hablar de la música en familia, lo que significaba esta expresión en el seno de muchas familias catalanas. Hay historia y hay presente. Ramon Bassal es hijo de un conocido violoncelista, con quien hizo parte de sus estudios.
El programa era exigente, tanto en técnica como en virtudes musicales. Comenzó con la compleja Sonata para cello y piano en Sol menor de Rachmaninov, en cuya interpretación hay que destacar tres planos. El hecho de ser la obra que abriera programa, para un joven intérprete, es uno de ellos, pero además está el camerístico y el propio de la estructura de la obra, cosa que también habríamos de decir de Fantasiestücke op. 73 de Schumann. En ambas el cello dejó ver en el fraseo, en la intensidad del discurso y en la técnica –afinación, arco, mano izquierda– un potencial singular, cobrando personalidad pasados los primeros momentos.
El problema fue el piano, que resultó avasallador en cuanto a sonoridad, y plano en expresión. Un comienzo tenso, inquietante, para degustar, como el Allegro Scherzando de Rachmaninov, en que el piano juega un papel temático importante, quedó desvaído, como gran parte de la obra, por la excesiva sonoridad (pedal y teclado) y un escaso ejercicio camerístico de la pianista. El piano actual nada tiene que ver con el de tiempos de Rachmaninov, o de Schumann, y sí el cello; por ello hay que cuidar este aspecto, que en Schumann ahogó la dimensión dialogada. Pero llegó la obra de Gaspar Cassadó (Sonata nello stile antico spagnuolo y Serenade) y con ella el protagonismo total del violoncelo, que mostró especial sensibilidad en este repertorio, reafirmando una característica que se había ya manifestado: en musicalidad, seguridad y sonido, parecía un cellista con mucha mayor experiencia y madurez que la que se le atribuye a un músico tan joven. Enhorabuena.