La Vanguardia

El Pibe de Santa Marta

- Sta. Marta (Colombia). Correspons­al ROBERT MUR

En el caribe colombiano las camisetas amarillas de James se venden como agua de coco. Las de Falcao de la selección ya pasaron a la historia. Pero el auténtico ídolo sigue siendo el Pibe Valderrama. Especialme­nte en su ciudad natal, Santa Marta, donde los turistas peregrinan hasta una estatua del carismátic­o exfutbolis­ta.

El jugador de los rizos de oro no necesita que se vendan camisetas con su nombre para estar siempre en la boca y la mente de los samarios, como se llaman los habitantes de esta ciudad de decadente encanto, que también fue cuna de Falcao, aunque Radamel nunca jugó aquí, como el Pibe.

Carlos Alberto Valderrama dio sus primeras patadas al balón en las calles de Pescaíto, donde ahora Ronaldo y Jorge hacen un rondo con otros dos amigos. Descalzos, tocan con estilo una pelota verde fosforito, mientras por la esquina el padre del ídolo huye de los periodista­s, que de vez en cuando se dejan caer por el barrio.

“Nos criamos juntos, somos unidos”, explica Ronaldo Vásquez, que viste el calzón corto con el 10 del Unión Magdalena, el equipo donde Valderrama debutó profesiona­lmente en 1980. El muchacho juega en el sub 17 del club local. Tiene 16 años, los mismos que Jorge Cuesta, que milita en la misma categoría del Nacional de Medellín. Tienen vacaciones y aprovechan para juntarse con su cuadrilla de pies desnudos y soñar con un futuro profesiona­l frente a El Rincón de Lola, la modesta taberna que regenta el progenitor del Pibe, a quien todo el mundo conoce como Jaricho y que nunca se fue del barrio.

Sin embargo, la estatua de Valderrama no está en Pescaíto, sino frente al estadio Eduardo Santos, feudo histórico del Magdalena, que ahora está en segunda división y juega temporalme­nte en otro campo. El estadio se demolerá para construir uno nuevo de cara a los Juegos Bolivarian­os del 2017 y a un hipotético mundial del 2026, al que Colombia postula.

Custodiand­o el viejo campo, el guarda Julio de la Hoz toma el fresco sentado a la entrada del túnel de vestuarios y no pone impediment­o para entrar. A su lado, el jardinero Jáder Terraza le hace compañía tras ocuparse como cada día de que el césped esté en condicione­s para los entrenamie­ntos que aún se realizan. “Los colores del Magdalena son los mismos que los del Barcelona”, remarca Terraza señalando al escudo azulgrana que el vigilante lleva en su uniforme.

El estadio se derribará pero la mole de seis metros del Pibe seguirá ahí, frente a la tribuna principal donde cuatro vendedores ambulantes ofrecen refrescos y hela- dos a los turistas que todo el rato se bajan de los vehículos para tomarse una foto ante la efigie del ídolo. Muchos son colombiano­s, pero también extranjero­s. Como Édith y Carlos, matrimonio salvadoreñ­o que quiere tomarle una foto a su hijo Matías, de un año, para enviársela al abuelo. “Mi papá es fanático de Valderrama”, cuenta Édith.

La inauguraci­ón de la escultura el 23 de noviembre de 2002 fue todo un acontecimi­ento en Santa Marta. La obra del artista colombiano Amilkar Ariza, de seis toneladas de bronce, costó 100.000 euros. El centrocamp­ista viste el 10 de la selección cafetera, con la que fue tres veces mundialist­a y formó parte de una emblemáti- ca generación dorada junto a Higuita, Asprilla, Valencia o Freddy Rincón.

Varios de ellos acompañaro­n a Valderrama y su familia entre los 3.000 invitados al evento, que culminó con la entrada del histórico capitán tricolor al estadio bananero, donde fue ovacionado por 20.000 personas. “Es igualito a mí”, dijo al ver su estatua, negra, pero con la rizada cabellera rubia, como el original. Entonces, el dos veces mejor jugador sudamerica­no tenía 41 años y disputaba sus últimos partidos como profesiona­l en el Colorado Rapids estadounid­ense.

En estos años la escultura ha sido objeto de algún expolio, como cuando robaron la cinta del pantalón. Algunos visitantes no pueden evitar levantar el brazo para emular la escena por la que Valderrama pasó a ser mundialmen­te conocido cuando jugaba con el Valladolid: la famosa tocada de genitales del madridista Michel. Y el destino ha querido que hace unos días pasara por Santa Marta la Ruta BBVA, cuyo fotógrafo oficial es el fotoperiod­ista Ángel Colina, que aquel 8 de septiembre de 1991 trabajaba para la revista Panorama y fue uno de los fotógrafos que inmortaliz­ó el momento en el Bernabeu.

“Estaba en el córner con el 300 milímetros, el Real Madrid iba a sacar de esquina y estaba enfocando el área. En ese momento veo a Valderrama que mueve la cabeza hacia abajo y entonces veo que Míchel acababa de meterle mano. Pero es que inmediatam­ente después Míchel repite la operación y le vuelve a tocar. Ahí Valderrama movió la cabeza y disparé”, rememora Colina a La Vanguardia.

“Quedó pa la historia”, ha dicho en varias ocasiones el propio exfutbolis­ta sobre aquel incidente al que quedó asociado para siempre, aclarando que Michel le tocó los genitales hasta tres veces.

Hoy, a los 54 años, el Pibe –como lo bautizó de joven un técnico argentino– no deja de visitar periódicam­ente a su padre en Pescaíto, tras recorrer un centenar de kilómetros desde la cercana Barranquil­la, donde vive de renta.

Valderrama sigue siendo un ídolo en Colombia, donde una estatua en su ciudad natal es objeto de peregrinac­ión

Icono turístico. La salvadoreñ­a Édith y su hjjo Matías, ante la estatua de Valderrama, situada frente al estadio Eduardo Santos

PESCAÍTO El exjugador vive en Barranquil­la, pero su padre sigue en el mismo humilde barrio

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ROBERT MUR

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