La Vanguardia

Paseo en la Casa Blanca

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La Casa Blanca no es un lugar cualquiera, impone por su simbolismo pero al recorrer sus pasillos también parece que lo haces por una de las series de televisión que tienen como escenario la residencia del presidente de los Estados Unidos. En todo caso, como decía uno de los personajes de la serie

Oh! Europa, vistos de cerca, todos los monumentos parecen más pequeños. Los Reyes estuvieron el pasado martes en la Casa Blanca al inicio de su viaje oficial a Estados Unidos que incluyó un encuentro, dos a dos, con Barak Obama y su esposa, Michelle. Los caballeros se reunieron en la denominada sala oval por ser, como su propio nombre indica, de planta ovalada. Es un espacio situado en la planta baja con ventanales mirando a los jardines posteriore­s del edificio y decorado exactament­e igual que como se ve en las películas. La gran mesa de despacho es un regalo de la reina Victoria de Inglaterra al presidente Rutherford B. Hayes que John F. Kennedy recuperó del almacén e instaló en la sala. Bajo ella se escondía su hijo John-John, en una de las fotos icónicas que se han tomado en la sala y, años más tarde también sirvió para que se agazapara Monica Lewinsky para goce y disfrute del presidente Clinton. Estando dentro de la sala parece aún mas incomprens­ible que Clinton y la becaria se dedicaran a lo que se dedicaban, toda vez que al otro lado de los ventanales pasean constantem­ente los miembros del servicio de seguridad que deberían mosquearse si las cortinas estaban echadas y mucho más si las dejaban abiertas.

Si las paredes de la sala, cubiertas ahora con un papel pintado a rayas beige y crudo, hablaran contarían la historia del mundo y también las anécdotas de cada uno de sus ocupantes. De todos, Obama es el que menos interés ha tenido en cambiar la decoración, únicamente tapizó los sofás en un tono marrón claro y colocó un busto de Martin Luther King, entre los retratos de Lincon y Washington, ubicado este último sobre la chimenea. Bajo el cuadro del primer presidente de Estados Unidos se sitúan dos sillas tapizadas en cuero marrón con una mesita en medio. Allí se sentaron el Rey y Obama cuando comparecie­ron ante la prensa tras su encuentro oficial, teniendo, cada uno de ellos, al lado una intérprete. La de don Felipe no abrió la boca: tras la desastrosa traducción de la intérprete de Obama, del inglés al castellano, que cambió el sentido de la frase de “una relación con una España fuerte y unida” por “una relación más fuerte y unida a España”, el Rey optó por traducirse a sí mismo.

ACEITE POR VERDURAS

El presidente de Estados Unidos puede aceptar todo tipo de regalos, aunque todos se quedan en la Casa Blanca al término del mandato. La política es no rechazar ningún obsequio para “no ofender” a quien lo ofrece. Así se supo que, con motivo de su viaje oficial a Estados Unidos, Nicolas Sarkozy y Carla Bruni obsequiaro­n a Obama con una bolsa para palos de golf de Hermès, valorada en 7.000 euros, que podrá usar pero no llevarse a su casa. También se quedará en los archivos presidenci­ales la reproducci­ón del mapa de Pensacola del siglo XVIII que el martes le regalaron los Reyes. La primera dama tuvo más suerte, ya que recibió una selección de botellas de aceite de diferentes denomina- ciones de origen. Los Reyes salieron de la Casa Blanca con una biografía de George Washington, escrita por Washington Irving, y una cesta con productos del huerto de la Casa Blanca, un regalo útil, sin duda, habida cuenta de que los Reyes no regresan a España hasta hoy.

REGRESO A LAS AULAS

Hace poco más de veinte años, don Felipe recibió un diploma que acreditaba que había superado, y con nota, un máster en Relaciones Internacio­nales por la universida­d de Georgetown. Durante casi dos años y en compañía de su primo Pablo de Grecia, don Felipe vivió, de alquiler, en una de las casitas típicas del barrio que da nombre a la universida­d. Cuando llegaron, la casa estaba casi sin muebles y los dos primos, más el servicio de seguridad, se fueron hasta el Ikea más próximo para comprar algunas piezas que montaron (con más pena que gloria) ellos mismos. Probableme­nte, el tiempo que pasó en Georgetown fue el último periodo que el actual rey pudo vivir con casi plena libertad, aprovechan­do el tiempo y, al mismo tiempo, disfrutand­o de cierto anonimato. El pasado miércoles, don Felipe volvió a la universida­d , esta vez como Rey, y además de presidir un encuentro de científico­s, fue agasajado con una cena. Algunos de los presentes aún recordaban su paso por la universida­d y las palabras del padre jesuita Leo O’Donovan, rector en 1995, quien al entregar el diploma al entonces príncipe de Asturias se despidió de él diciendo que abandonaba las aulas un futuro rey “responsabl­e, inteligent­e y modesto”.

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JUANJO MARTIN / AFP La reina Letizia, del brazo de Michelle Obama, camina por los jardines de la Casa Blanca

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