La Vanguardia

La guerra en crudo

El fotógrafo Ricardo García Vilanova relata la evolución de la guerra siria en cuatro años de trabajo; el origen de la actual crisis de refugiados

- FÉLIX FLORES

Ricardo García Vilanova (Barcelona, 1971), uno de los grandes reporteros gráficos especializ­ados en conflictos, es probableme­nte el periodista occidental que más tiempo ha pasado en Siria en los cuatro años de guerra. Colaborado­r de grandes medios internacio­nales, ahora expone en La Virreina-Centre de la Imatge, de Barcelona, el resultado de ese trabajo, en una muestra comisariad­a por Ricard Mas.

La capacidad que tiene García Vilanova de introducir­se en la escena y de llevar al espectador hasta el centro de los hechos es única. Sus fotografía­s componen un relato completo de las personas con las que trabaja –combatient­es, familias, niños, heridos, médicos...– que en esta exposición, Destellos en la oscuridad (Siria, 2011-2015), se ve acompañado además por vídeos de igual calado dramático.

Para García Vilanova, ese relato de la guerra siria queda resumido en tres dibujos infantiles a los que ha dado el mismo valor que al resto de las fotografía­s.

“En estos tres dibujos se ve claramente la evolución del conflicto. El primer dibujo que vi, en el 2012, es de una niña de Alepo de diez o doce años, y muestra la figura de Bashar el Asad como un vampiro. ¡Es un dibujo que a mí me recuerda mucho a Munch...! El segundo dibujo muestra escenas de bombardeo, muerte y destrucció­n. Correspond­e a junio del 2013, también en Alepo. Y el tercero es de Kobane, cuando el Estado Islámico entró en la ciudad, y muestra la ejecución de una persona por degollamie­nto”.

Pero el fotógrafo vio, vivió y retrató mucho más. Así fue el comienzo:

“En el 2011, en las manifestac­iones en la provincia de Idlib, la gente sólo accedía a salir en la foto desenfocad­a o con niños. Tenían miedo de que los pudieran perseguir y encarcelar. Las pancartas estaban todas en árabe porque no había periodista­s extranjero­s. Recuerdo que en una manifestac­ión abrieron fuego los francotira­dores. Luego el ejército entró. Había controles militares y blindados alrededor de pueblos y ciudades. Vi entonces los primeros componente­s del Ejército Libre Sirio, que iban armados con escopetas, con machetes... Muy pocos con kalashniko­v. Había muy pocos desertores del ejército, en aquel momento eran civiles que cogían las armas”.

“Hasta septiembre del 2012 hubo un apagón informativ­o porque no se entraba en el país salvo de forma ilegal por Líbano o Turquía. Había diez o doce periodista­s extranjero­s a lo sumo. Creo que, si hubieran habido más, algo hubiera cambiado porque se habría podido influir en la opinión pública. Al margen de eso, entiendo que se esperaba una repetición del modelo de Libia, que nunca existió”.

“Estuve trabajando en la zona de Homs un mes y pico y después entré en Alepo justo cuando empezaba la batalla, en julio del 2012. Alepo es donde más tiempo he estado, siete u ocho meses. Una de las primeras fotos que hice es la de un padre que perdió a un hijo. Ese chico intentó salvar la vida de un niño, llegó un helicópter­o y mató a los dos. Los llevaron a enterrar fuera de la ciudad y fue una de las primeras escenas que viví... Pero fue en Idlib donde vi por primera vez, en marzo del 2012, a un niño muerto por el disparo de un tanque que destrozó una casa. Y en junio recuerdo perfectame­nte la muerte de un niño por la bala de un francotira­dor del ejército sirio en Al Qusair. Es la primera vez que tuve constancia de que un niño es objetivo directo de un ejército, de forma premeditad­a. Supongo que pretendían crear el terror y el pánico. Lo mismo hacían con los bombardeos de las colas del pan: buscaban objetivos civiles básicament­e para eso. Y lo mismo hacen ahora bombardean­do un mercado...”.

–¿Quiénes formaban entonces las fuerzas rebeldes?

–El Ejército Libre Sirio (ELS) estaba básicament­e organizado, pero en muchas milicias, sin un mando único, y esa fue gran parte del problema; el ELS nunca tuvo una figura reconocida al frente.

“De todas formas, entonces ya empezaba a haber yihadistas. Entrevisté a uno para una televisión estadounid­ense, en agosto del 2012. Me encontré a un kuwaití que hablaba castellano más o menos y que ya estaba integrado en el Frente Al Nusra. Y un tipo que venía de Marsella y no hablaba nada de árabe. Le pregunté cómo se comunicaba y me dijo que por señas. Venía a hacer la yihad y estaba también con Al Nusra, que entonces era un grupo pequeño. Con ellos no había ningún problema, te daban acceso total”.

“Luego todo fue cambiando. A gente que yo conocía de repente la veías, de una semana para la otra, con cambios de aspecto físico... Había otros grupos que buscaban el mismo programa que el Estado Islámico más tarde, un califato y la implantaci­ón de la charia. En el 2013, en Idlib, Ahrar al Sham repartía mantas, creaba escuelas, daba comida... Trataba de ser aceptado y de ganarse a la población. En enero del 2013 Ahrar al Sham era el grupo más fuerte. Ahora está bastante diezmado. En Idli, estuve en una zona bajo su control. Había unas 450 personas viviendo en cuevas, sin electricid­ad, sin agua, porque habían perdido todas sus casas. El invierno sirio es uno de los peores que hay”.

“Luego volví a Alepo, por tres o cuatro meses seguidos. Alepo ya estaba dividida. Estaba el Estado Islámico, Al Nusra, el Ejército Libre Sirio... La gente los aceptaba a todos porque entendía que esos grupos defendían a la población civil. Cada uno tenía sus puestos de control y había una especie de cohabitaci­ón; colaboraba­n o no colaboraba­n, pero ninguno trataba de imponerse”.

–¿Imponían sus normas en la ciudad?

–No, no. En esos momentos, no. Luego todo cambió. La forma de penetració­n de estos grupos, so-

INICIO “En una manifestac­ión abrieron fuego los francotira­dores; luego el ejército entró” BRUTALIDAD “Vi por primera vez a un niño muerto por el disparo de un tanque que destrozó una casa” ESPEJOS “Una niña de Alepo dibujó a El Asad como un vampiro. ¡El dibujo me recuerda a Munch!”

bre todo el Estado Islámico, es ir ganando terreno poco a poco. En Raqqa, de un mes para otro la gente se encontraba con que la vida había cambiado. Yo lo contemplé en Alepo.

–Las últimas fotos de este periodo correspond­en a Deir Al Zor...

–La ciudad la controlaba el Ejército Libre Sirio, y ese fue el motivo de que fuéramos –con Javier Espinosa– allí. Estábamos con una katiba o milicia pequeña. Había una cohabitaci­ón entre el ELS y el Estado Islámico. Ibas por la calle y te encontraba­s a diez tíos del EI. Pasabas, saludabas, hola qué tal, y no pasaba nada. Había un pacto de no agresión, y nosotros lo presenciam­os, hasta que al cabo de diez días se rompió y todo se desparramó. Todo el mundo –hay que incluir al ejército sirio y el Frente Al Nusra– se empezó a pegar con todo el mundo, y hubo un cambio de poder en esa ciudad.

Fue a raíz de ese cambio de situación cuando se produjo el secuestro de Ricardo García Vilanova y Javier Espinosa, seis meses de cautiverio –y de pérdida de equipo y de material recogido– que el fotógrafo suele calificar de “accidente laboral”. Así conoció aún más de cerca a los yihadistas del Estado Islámico.

“Yo creo que hay varios perfiles de yihadistas. Uno es el de la gente que asume que en un momento determinad­o es la opción. Otro modelo es el típico yihadista, en el peor de los sentidos, que entiende que ese grupo responde a todos los conceptos políticos o religiosos a los cuales aspira. Hay otro al que simplement­e le mueve la motivación económica, porque no olvidemos que este grupo paga a sus soldados. Y hay otro tipo de persona que lo hace justamente por cuestión de superviven­cia: si estás en una ciudad en la que está prerevoluc­ión sente el Estado Islámico y necesitas sobrevivir con tu familia puedes integrarte con ellos o irte a Turquía, que es lo que han hecho la mayoría de las personas, de los activistas. Cada uno tiene sus motivacion­es”.

“Este año he vuelto a entrar en Siria un par de veces, una de ellas en Kobane. La actuación del Estado Islámico fue básicament­e la de una dictadura absoluta: secuestrar gente, violarla, matarla... No se si la niña que hizo el dibujo del degollamie­nto lo presenció (la niña aparece fotografia­da, con un gorro de lana, en el campo de refugiados de Suruc, en Turquía). Lo que es cierto es que la gente tuvo que huir de Kobane porque hubo bastantes ejecucione­s”.

–De las primeras manifestac­iones, los grupos de activistas que utilizan incluso el humor para movilizar a la población ¿qué queda? Algún analista cree que la siria todavía existe...

–No queda nada. Toda la gente que todavía cree en la revolución está fuera del país. O está en la clandestin­idad. El país está partido. Está El Asad, están los kurdos, está el Estado Islámico, y esa colección en la que están Al Nusra, Al Sham y el Ejército Libre Sirio, que no deja de ser un grupo en extinción... De aquella primera revolución no queda absolutame­nte nada. Creo que la gente que está fuera ya está harta porque lo ha perdido todo, ya no tiene ni país al que volver. Es la crisis más grande de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Estamos hablando de siete millones de desplazado­s y más de cuatro millones de refugiados. Además de las muertes, que van por 350.000. Pero yo creo que son muchas más, porque si cada día están muriendo 40 o 50 personas... Es una locura absoluta.

PENETRACIÓ­N YIHADISTA “A gente que yo conocía de repente la veías con cambios de aspecto físico...” FRAGMENTAC­IÓN “Todo el mundo se empezó a pegar con todo el mundo, y hubo un cambio de poder” SIN ESPERANZA “Toda la gente que aún cree en la revolución está fuera del país o en la clandestin­idad”

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Al Qusair. “Aquel día, en junio del 2012, hubo cinco muertos y 27 heridos –relata García Vilanova–, incluido un herido grave en una casa que hacía de hospital. Era la cuarta vez que el hospital cambiaba de ubicación ya que las anteriores habían sido...
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RICARDO GARCIA VILANOVA / LV

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