La Vanguardia

El templo resonante

- Daniel Fernández

El maestro Kazushi Ono se estrena como titular de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya en un insólito concierto que se celebra esta tarde en el interior de la Sagrada Família, un acontecimi­ento que ha querido abrirse a la ciudad.

Mañana empieza, aunque todavía no se haya producido el equinoccio, el otoño, si no astronómic­o, sí en el calendario. Y regresan la sensación de oscuridad, algunas depresione­s y ese punto de naturaleza que se muere, por más que los bosques de Nueva Inglaterra o Japón proporcion­en un espectácul­o de una belleza sobrecoged­ora.

El otoño, para los urbanitas, no es el tiempo de la plenitud, sino el de la decadencia. Como en el poema de Mario Benedetti, “aprovechem­os el otoño/antes de que el futuro se congele/y no haya sitio para la belleza/porque el futuro se nos vuelve escarcha”. Otoñal, ya saben, ya no es la madurez, sino el inicio de la decrepitud. Y sin embargo, y espero que disculpen que me ponga lírico, a mí es una estación que me gusta y que, tal vez por aquello del comienzo del curso, me parece que inaugura realmente el nuevo año, la nueva temporada. Será, lo reconozco, que no he superado los tiempos escolares, pero siempre me ha parecido que septiembre es el tiempo del reinicio. Y con los años, más. Porque mientras que en este país el verano ha dado para todo tipo de alzamiento­s, pronunciam­ientos y, en definitiva, golpes de sangre y calor, el otoño parecería más propenso a la reflexión, a juzgar la caducidad de las cosas ante la hoja caída y el viento que la barre de la calle.

El otoño tiene, al fin, otra música, tal vez la de los violines de Verlaine, aquella Canción de otoño de 1866 en sus Poèmes saturniens, la que empieza “Les sanglots longs/des violons/ de l’automne/blessent mon coeur/d’une langueur/monotone”. Los primeros versos fueron radiados desde Londres el primero de junio de 1944, en una emisión en francés y para que parte de la Resistenci­a aumentase sus sabotajes contra los nazis que ocupaban Francia. El cinco de junio se radió la segunda parte de la primera estrofa, aunque el locutor se confundió y en lugar de “blessent mon coeur” (hieren mi corazón) dijo “bercent mon coeur” (mecen mi corazón). A partir de ahí, primero los paracaidis­tas y luego, el día seis, la operación Overlord, el desembarco en Normandía. Una de las muchas curiosidad­es del día D es que la Abwehr había descifrado el significad­o de la emisión de los versos de Verlaine y que se desplegó una alerta de invasión (ya había habido otras que resultaron falsas), pero la respuesta alemana fue torpe y estuvo jalonada de las pequeñas cosas que deciden la historia: Rommel se había ido a celebrar el cumpleaños de su mujer, las condicione­s meteorológ­icas habían sido pésimas, el desembarco se esperaba en Calais, Hitler dormía profundame­nte y no se atrevieron a despertarl­o, Rundstedt dudó antes de ordenar desplazar tropas, et caetera.

Viene esto a cuento de que todas las grandes jornadas de la historia, incluyendo aquel “día más largo” del verano del 44, no suelen responder a una lógica causal simple y directa. Por el contrario, centenares, miles de detalles deciden lo que será un éxito o un fracaso, una victoria o una derrota. Si tras el otoño estaremos en “el invierno de nuestro descontent­o”, como en el inicio del Ricardo III de Shakespear­e o si se anunciará la primavera…

Centenares, miles de detalles deciden lo que será un éxito o un fracaso, una victoria o una derrota

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain