La Vanguardia

El efecto oscuro de la ola

Los flujos migratorio­s refuerzan el discurso de extrema derecha en Europa

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

La política europea es desde hace tiempo política nacional. Se vio con claridad con la crisis del euro y ahora con la gestión del asilo, un fenómeno que está alterando las perspectiv­as electorale­s y el panorama político en varios países de la UE.

La caótica respuesta europea a la mayor ola de desplazado­s en el continente desde la Segunda Guerra Mundial se ha convertido en fértil caldo de cultivo para los movimiento­s de extrema derecha. La crisis reúne al fin y al cabo a sus dos grandes bestias negras: la Unión Europea y la inmigració­n. Y, aunque la ola de solidarida­d ciudadana les ha frenado y obligado a los gobiernos a adoptar una actitud más compasiva, la crisis va para largo y la presión no va a desaparece­r.

“Si no somos capaces de resolver este tema, si no encontramo­s soluciones duraderas, asistiremo­s a un repunte de la extrema derecha en el continente europeo”, ha advertido esta semana Frans Timmermans, vicepresid­ente de la Comisión Europea. La presión de estos movimiento­s, la falta de explicacio­nes de los gobiernos y la ausencia de soluciones rápidas están teniendo consecuenc­ias también no hay elecciones a la vista. Pasada la ola de solidarida­d inicial y el efecto de la difusión de la fotografía del niño sirio ahogado Aylan Kurdi, los gobiernos europeos han endurecido sus posiciones, como se vio en la cumbre de esta semana. El foco no se puso en la vertiente humanitari­a de la crisis sino en cómo reforzar las fronteras.

El giro se ha visto en Alemania. Después de abrir las puertas de par en par a los sirios y propiciar una espectacul­ar ola de apoyo ciudadano que contrastó con las imágenes de ataques a centros de refugiados de

EL RETO Timmermans: “Si no resolvemos este tema, viviremos un repunte de la extrema derecha”

PRESIÓN AL NORTE El no a la inmigració­n lidera las encuestas en Suecia y está ya en los gobiernos sueco y finés

las semanas anteriores, la canciller alemana, Angela Merkel, ha reculado. Ni midió las consecuenc­ias sobre el terreno (caos en las fronteras) ni la reacción, muy crítica, de su socio en Baviera, la CSU, o en su propio partido. El gesto generoso de Merkel, no obstante, “le permitió ganar margen político y soft power para luego presionar a Europa con su plan de reparto de refugiados”, resalta Mattia Toaldo, analista del think tank European Council on Foreign Relations.

“El flanco que aún aguanta es el nórdico, pero esto podría cambiar y tener un efecto considerab­le en el debate europeo. En el pasado siempre han sido los países más abiertos al asilo pero están bajo la presión de partidos de extrema derecha. En Suecia lideran las encuestas y en Finlandia y Dinamarca están dentro del gobierno”, advierte Toaldo.

La tentación de ceder a la extre-

ma derecha se observa claramente en Bélgica, un país con una larga tradición de acogida cuyo gobierno federal está mostrando su cara menos amable en esta crisis. El partido N-VA (soberanist­a flamenco) ha tomado las riendas con propuestas como revisar la Convención de Ginebra para reducir los derechos sociales de los refugiados, o no darles casa si en Siria tienen una (como si pudieran volver a ella).

“De Wever hace una propuesta intragable tras otra para cazar los votos de Vlaams Belang”, le ha reprochado el ex primer ministro Elio Di Rupo. Las últimas encuestas sobre intención de voto señalan un nuevo aumento de casi dos puntos desde mayo para el Vlaams Belang (extrema derecha independen­tista), mientras N-VA no deja de perder apoyos

EL DEBATE EN EL ESTE La extrema derecha compite entre sí en Hungría y Eslovaquia ELECCIONES REGIONALES El Frente Nacional de Marine Le Pen puede ser el partido más votado en diciembre

desde que entró en el Gobierno.

El efecto es mayor allí donde la extrema derecha tiene más competenci­a. En Hungría, el gobierno del ultraconse­rvador Viktor Orbán lleva tiempo adoptando el lenguaje y las ideas de la extrema derecha local, Jobbik. A la luz de las últimas encuestas, la estrategia está dando frutos especialme­nte con la crisis de asilo, en la que Orbán ha adoptado medidas “al límite de la ley de difícil encaje con los valores europeos”, afirma Sergio Carrera, analista del think tank bruselense CEPS. Sus políticas, sin embargo, siguen sin poner en peligro su lugar en el Partido Popular Europeo. Una estrategia similar ha adoptado el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, otro líder con una fuerte retórica antiinmigr­ación y antimusulm­ana que, para sonrojo de su familia europea, la socialdemo­cracia, en el pasado ha gobernado con la extrema derecha.

En Polonia el Gobierno ha seguido el camino contrario. No ha cedido a la presión y ha apoyado las decisiones europeas sobre el reparto de refugiados pero a costa de, probableme­nte, haber dinamitado sus últimas esperanzas de ser reelegido en las elecciones del 25 de octubre (ver página anterior). En Francia, las encuestas sonríen a Marine Le Pen. El Frente Nacional, vaticinan, será el partido más votado en las elecciones regionales de diciembre. Hay excepcione­s a esta tendencia, países donde la crisis no ha reforzado a la extrema derecha: Irlanda, que voluntaria­mente participa en el reparto); Grecia, donde Amanecer Dorado (neonazis) no mejoró su resultado en las elecciones de la semana pasada, y España, donde el Gobierno ha virado en la misma dirección que Polonia.

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LEONHARD FOEGER / REUTERS El paso entre Hungría y la localidad austriaca de Nickelsdor­f, utilizado por la mayoría de las 10.500 personas llegadas el viernes a Austria

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