Candidatos mutantes
En esta campaña ha habido un objetivo central y otro instrumental. El primero era obtener más del 50% de los votos. Los independentistas afirman que con la mayoría de escaños ya les basta. Pero lo que dará legitimidad será la mayoría de votos. El segundo objetivo (en pos del primero) era pescar en el banco de indecisos, unos 600.000 votantes. A tal fin, la intensidad de la campaña ha sido tanta que incluso ha propiciado mutaciones en algún candidato. Aunque no en todos. Los chicos de Ciudadanos han respetado el guion: aspecto de yernos ideales y discurso de apariencia irreprochable. El de Unió, también modoso, se ha aferrado a la idea de diálogo como un náufrago a una tabla. El del PP ha rebajado un poquito su chulería –no lo suficiente para evitar un torpe “se acabó la broma”–, contando con el apoyo de cancillerías, empresas o bancos (azuzados por un Gobierno cuyo presidente sigue petrificado). Y el cabeza de lista de Catalunya Sí que es Pot ha discurseado como el líder vecinal que es... Por el contrario, otros candidatos han mutado. El de la CUP ha renovado el perfil de los suyos: sigue siendo rupturista, sí, pero en posmoderno. El socialista ha sorprendido al desvelar su alegría y soltura de rey de la disco, sin apearse de un discurso razonable. Y el que va de número cuatro en su lista, pero aspira a continuar de número uno institucional, ha mitineado con ímpetu raholesco –gritón, ufano de conocerse, burlón– y ha acabado hablando como un indio y dando cortes de manga.
¿Qué efecto tendrá esta oleada mutante? La respuesta, esta noche.
La intensidad de la campaña ha sido tanta que ha propiciado mutaciones