La Vanguardia

Ovejas sabias

- Glòria Serra

Entre voto y voto, roscón de domingo y aperitivo, hablemos de cómo hemos llegado hoy a las urnas. Primero: ¡qué nerviosos se ponen los políticos cuando no ven la jugada clara! En algunos momentos esta campaña me ha recordado la excepciona­l y trágica de marzo del 2004 cuando, después del atentado de Atocha, el gobierno del PP cometió todos los errores posibles con tal de no perder los comicios. ¿Recuerdan la patética comparecen­cia de Mariano Rajoy en TVE en la jornada de reflexión? El mismo personaje ha decidido tomar medidas extraordin­arias ante las próximas elecciones generales y la importanci­a de las catalanas de hoy: ¡conceder entrevista­s! Nos ha dejado momentos inenarrabl­es desde la frase “¿y (la nacionalid­ad) europea?” que recordaba la pregunta “¿y las ovejas negras?” del pastor del chiste hasta una máxima digna de Ana Botella y sus peras y manzanas: “un plato es un plato y un vaso es un vaso”.

Hace bien. Simplicida­des parecidas, como asegurar que con la independen­cia se leerá más en Catalunya o que, si nos quedamos, habrá guarderías gratuitas bajando los impuestos, se han multiplica­do los últimos días. Los estrategas de campaña aseguran que no hay que complicarl­e la vida a los electores: mensajes sencillos, propuestas esquemátic­as y no

Es un orgullo que tantos centenares de miles de personas se interesara­n por un debate de argumentos y no de tópicos

entrar en detalles técnicos que mira lo que le ha pasado al presidente del Gobierno. Pues se equivocan mucho y los electores les hemos dado en esta campaña una buena lección. Pasó el miércoles por la noche en el impactante debate entre el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y el presidente de ERC y candidato en la lista de Junts pel Sí, Oriol Junqueras. Primero y principal: el debate tuvo una audiencia de Champions en 8tv: 28,2%, unos 900.000 espectador­es, con puntas que superaban ampliament­e el millón. Eran ciudadanos que miraban una conversaci­ón entre dos hombres, que no es un espectácul­o televisivo demasiado excitante, y además, ni siquiera se sacudían verbalment­e. La corrección fue tal que, muy sabiamente, el moderador, Josep Cuní, prácticame­nte desapareci­ó dejando que ambos debatiesen en libertad. Nada de cuotas, temas pactados y los corsés habituales. Resultado: una conversaci­ón densa en contenidos y argumentos, rica en controvers­ia y pobre en politiquer­ía de baja estofa. Por cierto, sin ningún control, tanto Margallo como Junqueras hablaron prácticame­nte el mismo tiempo.

Para los que hacemos televisión y tenemos en Cuní uno de nuestros referentes, es un programa apasionant­e pero de los que te infunden temor por la audiencia. Pues bien, los espectador­es estuvieron a la altura. Es un orgullo que tantos centenares de miles de personas en directo y otros miles en la web se interesara­n por un debate de argumentos y no de tópicos. Esto no ha sido un triunfo del periodismo. Lo ha sido, por fin, de la democracia. Hasta que los políticos cuando son candidatos y sus partidos no entiendan que debatir en la plaza pública de los medios es una obligación y no una opción táctica, viviremos en una democracia amordazada.

No dejen que les llamen ovejas siguiendo al pastor. Nos querrían dormidos, pasivos, gandules. No es verdad. Los ciudadanos, cuando es necesario, sabemos estar a la altura. Lo hemos estado ante golpes de Estado, atentados, crisis. ¿Lo estarán también los que hoy encabezan las listas que vamos introducie­ndo en las urnas?

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