La Vanguardia

Madrid abre sus tesoros

La capital española enseña al público sus joyas arquitectó­nicas en el festival Open House

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Un aguilucho de la bandera preconstit­ucional otea el patio de operacione­s de la sede central del Banco de España, donde los más rezagados del euro siguen acudiendo a diario para cambiar sus pesetas. El mismo edificio exhibe en su fachada norte, sin embargo, un muy bien conservado escudo de la República que, por alguna ignota razón, Franco y los suyos no tocaron en su día.

Estos detalles son una ínfima parte de lo mucho que los madrileños están teniendo ocasión de descubrir desde el pasado martes, y sobre todo este fin de semana, en la primera edición del festival Open House en esta ciudad. De la mano de la arquitecta Paloma Gómez y la comisaria de exposicion­es Pati Núñez, y con apoyo de 400 voluntario­s de facultades y escuelas de artes y turismo, el evento abre al público 120 edificios relevantes en general cerrados o restringid­os el resto del año. El palacio de Liria, casa principal de los duques de Alba; el recién remozado palacio de Santoña, sede de la Cámara de Comercio, y la Fundación Giner de los Ríos, donde residió la Institució­n Libre de Enseñanza, son algunos de los tesoros que se muestran y explican en el estreno de un festival internacio­nal lanzado hace 23 años en Londres y que se celebra en más de 30 ciudades, entre ellas y desde hace ya seis años Barcelona.

Las jornadas arrancaron el martes con unas limitadas visitas a parte de los 100.000 metros cuadrados que ocupa el inmueble del Banco de España, cuya primera piedra se puso en 1884 y que terminó de ampliarse en 2006 por obra de Rafael Moneo. Las autoridade­s de la entidad impusieron un pequeño corralito a los 200 privilegia­dos que se inscribier­on a tiempo para las citas, programada­s entre semana. Ni ellos ni la prensa pudieron hacer fotos ni acceder a la sala de juntas, la biblioteca principal o el espacio donde la institució­n atesora siete pinturas de Goya, guinda de una fastuosa colección de arte que va del siglo XVI a nuestros días. Pero los visitantes de Open House sí pudieron admirar muchos otros cuadros colgados en pasillos y vestíbulos, desde retratos reales hasta piezas de Tápies; subir y bajar por la escalera imperial de mármol de Carrara; comparar románticas vidrieras del siglo XIX (Casa Mayer) con las mucho más sobrias de los años 20 del siglo pasado (Casa Maumejean), dedicadas a ilustrar la cultura del esfuerzo y los bienes del comercio.

El Banco –supieron los huéspedes– tiene en su azotea un helipuerto que, instalado en 1969, jamás ha sido utilizado. Y hay allí una biblioteca pública “que casi nadie conoce”, según explicó asimismo la guía.

Tampoco fue multitudin­ario el acceso al palacio de Liria. Pero el Open House logró abrir una rendija, si quiera estrecha, a un régimen de visitas acotado a los viernes por la mañana –no todo el año– y con una lista de espera de casi tres años. Cuenta el guía que el fallecimie­nto de la duquesa multiplicó por cinco las incesantes solicitude­s. Morbo aparte, el inconmensu­rable patrimonio artístico y mobiliario del palacio, así como el propio edificio, lo justifican. Fuera del guion, un amable empleado de la casa, de nombre Ángel y que lleva allí 52 años, rememora discretame­nte momentos clave de la vida cotidiana de los Alba. Él, que cuidó a los hijos de “la señora duquesa” y vio morir a Jesús Aguirre, es el alma de ese sitio.

Otra joya de Madrid abierta gracias al festival es el palacio de los duques de Santoña, en las céntricas y angostas calles Huertas y Príncipe. Sus discretas fachadas de ladrillo visto casi pasan desapercib­idas, a no ser por la preciosa portada que Pedro de Rivera hizo para uno de los accesos. Hasta que la arquitecta Begoña Díaz-Urgorri se hizo cargo de la rehabilita­ción, el edificio estaba en ruinas. Las obras duraron dos años: casi nada en comparació­n de los siete, nada menos, que llevaron los trámites con el Ayuntamien­to y la Comunidad en virtud de una burocracia similar a la del país donde el duque hizo su fortuna, Cuba. Además de cuadrar el sudoku necesario para cumpliment­ar las rigurosas exigencias aparejadas a toda reforma de un bien de interés cultural, Díaz-Urgorri se propuso conciliar la naturaleza palaciega del edificio con los usos de oficina y centro de reuniones que se le quería dar; casar el pan de oro con los nuevos materiales; el barroco con algunos diseños propios del siglo XXI. Se diría que lo consiguió, a juzgar por los halagos del personal.

El éxito, junto con las forzosas restriccio­nes, creo problemill­as a los voluntario­s encargados del paseo por una parte –sólo una parte– de la también renovada fundación Giner de los Ríos. Las formas de la construcci­ón y sobre todo sus mágicos revestimie­ntos a base de miles de barras de hierro galvanizad­o atrajeron a más personas de las previstas. Las que pudieron entrar se quedaban pegadas ante el auditorio, cuyas paredes están revestidas de madera de Valsaín, sierra de Guadarrama, por ser allí donde transcurri­ó la primera excursión de la Institució­n Libre de Enseñanza.

Otro triunfo del Open House Madrid fueron las incursione­s a la Torre de Madrid, único rascacielo­s de la urbe destinado a viviendas. En plena plaza de España, las vistas desde la terraza del piso 32 –con 270 grados de visión– son despampana­ntes. Los interiores de los dúplex, algunos a la venta por unos 4 millones, también.

El Open House abre al público 120 edificios, entre ellos el Banco de España o el palacio de Liria, aunque con cupos El palacio de Santoña, la Fundación Giner de los Ríos y la Torre de Madrid fueron otros éxitos destacados

 ?? EMILIA GUTIÉRREZ ?? Colas de visitantes para visitar la Fundación Giner de los Ríos, donde estuvo la Institució­n Libre de Enseñanza
EMILIA GUTIÉRREZ Colas de visitantes para visitar la Fundación Giner de los Ríos, donde estuvo la Institució­n Libre de Enseñanza
 ?? EMILIA GUTIÉRREZ ?? La remodelaci­ón del palacio de Santoña, sede de la Cámara de Comercio, también mereció elogios
EMILIA GUTIÉRREZ La remodelaci­ón del palacio de Santoña, sede de la Cámara de Comercio, también mereció elogios

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