La Vanguardia

‘El vot de la meva vida’

- JOAN DE SAGARRA

Menuda semanita. La cosa empezó en Balaídos, donde el Celta le metió cuatro goles al Barça, algo que no ocurría en un partido de Liga desde hacía un montón de años (pero antes había ocurrido algo aún más surrealist­a: Japón había ganado (32-34) a Sudáfrica, a los Springboks, en el campeonato mundial de rugby). Luego se nos murió, de repente, Carmen Balcells, “la mujer que puso a Barcelona en el mapa”, como titulaba este diario (antes de que Juan Antonio Samaranch, el de “À la ville de... Barcelona!”, la volviese a colocar con mayor fortuna. ¿Dónde está la Ciudad de los Libros con la que soñaba Carmen?). Luego vino el escándalo de la Volkswagen –30.000 millones de euros perdidos en la bolsa en un par de días–, y que, al parecer, salpican a Seat; el viernes nos visitó Nicolas Sarkozy, le président des riches del que los ricos reniegan (por el momento), en el último acto de campaña del PP, junto a Rajoy y Albiol (en qué quedamos, ¿se llama Albiol o García Albiol?). Y hoy votamos. Menuda semanita.

Sí, hoy votamos. Cuando lean estas líneas, mientras se desayunan el café con leche con los cruasanes o el chocolate con churros, yo ya habré votado. ¡Cómo iba a perderme el vot de la teva vida !Lo que no voy a decirles es a quién voté. En las dos últimas semanas me han preguntado 666 veces a quién iba a votar, y siempre he respondido lo mismo: a Manolete. Paquito, el chico del súper, que acaba de cumplir los cuarenta pero aparenta veintitant­os, no sabe quién es Manolete. “A quina llista pertany?”, me pregunta la mar de curioso. Cuarenta años recién cumplidos y no sabe quién es Manolete. Claro está que si en vez de nombrar a Manolete le digo que voto a Màrius Cabré, el chaval tampoco sabe de quién le estoy hablando. Me juego un whiskey a que va y me suelta: “No voldría pas dir en Màrius Serra, l’Enigmàrius de l’Institut d’Estudis Catalans?”.

“El vot de la teva vida”. Claro está que no voté porque el de hoy sea el voto de mi vida. A decir verdad, no sé lo que quiere decir eso de“el vot de la teva vida”, pero, de significar algo, confieso que me habría gustado votar al conde Mosca della Rovere o a Pierre Mendès France. Al primero, por una irresistib­le debilidad que me viene de los años de la adolescenc­ia, y al segundo, porque es uno de los pocos políticos de los que guardo un excelente recuerdo. Voto porque estoy hasta la coronilla de esa campaña en la que se mezcla la utopía con el miedo, el patriotism­o con la corrupción, y la puta con la Ramoneta, o con la Ramoneda, como dice un viejo cómplice.

Afortunada­mente, no tengo familiares que me presionen, al contrario que mi compañero de facultad Willy Navaja, que vota lo que votan sus hijos, sin estar muy convencido de lo que vota. Mi única familia, mi hijo, que está a punto de cumplir los cincuenta, y mi nieta, que acaba de cumplir los quince, residen en Varsovia y pasan olímpicame­nte de lo que aquí pueda ocurrir. Afortunada­mente, no me dicen nada las banderas y tengo muchas identidade­s. En Barcelona, cuando bajo a la Boqueria a comprarle una lubina a la Puri para la cena y me tomo una copa en el Boadas, soy un Sagarra de pura cepa. En París, donde nací, no tengo apellidos: soy JeanPierre, hijo de París, como los gatos romanos son hijos de Roma. En Tarragona, soy un Castellarn­au y me paseo orgulloso ante el palacio donde nació mi abuela paterna, María Filomena. Y en Girona soy un Devesa, hijo de mi madre, Mercè, y nieto del escultor Celestí Devesa, hijo de Olot. Y en Casablanca soy, huelga decirlo, Rick; y en Praga una iguana más o menos kafkiana escapada del gabinete de curiosidad­es de Rodolfo II. Y en Tahití...

Afortunada­mente, no tengo ningún problema con España. De chaval, tuve novia en Zaragoza, en Trujillo, en Madrid (Elenita Arnedo, recienteme­nte fallecida; la hija de Elena Soriano, la autora de La playa de los locos), y acabé casándome con una alicantina. Me gusta el salmorejo, el cordero al chilindrón y el bacalao al pilpil. Soy trianero de vocación y cada vez que escucho aquel verso que dice: “Vosotros, los del Tajo en su ribera, lloraréis la mi muerte cada día”, se me cae una lágrima.

Voto porque estoy harto de tanta palabrería. Voto para ver lo que ocurrirá mañana, porque mañana comença tot, empieza todo. ¿Logrará Junts pel Sí la mayoría absoluta? ¿Qué hará Raulito Romeva, “la guinda” que culmina “el pastel”, de la que hablaba mi colega Antoni Puigvert en estas páginas? Como decía Antoni, “Romeva es, políticame­nte, un melón sin abrir”. ¿Y si Junts pel Sí no consigue la mayoría? Daría dos botellas de Jameson por poder asistir de amagatotis a la reunión entre Mas, sus dakois y los señores David Fernàndez Ramos y Antonio Baños Boncompain, ambos de la CUP. Pero, ocurra lo que ocurra, rezo para que mañana, como dice mi querida Mònica Terribas cada vez que me despierta a las seis de la mañana, “sigui un bon dia”.

P.S. Se murió Guy Béart, la tercera B de la chanson francesa, detrás de Brassens y Brel, como dijo nuestro hombre en París, Óscar Caballero, al escribir su necrológic­a. Pero lo que Óscar no dijo es que Béart fue quien puso música y voz a los poemas de André Hardellet, y en especial a uno de ellos, Le Tremblay, que a Ovidi Montllor y a mí nos encantaba: “Si tu reviens jamais danser / Chez Temporel, un jour ou l’autre, / Pense à ceux qui tous ont laissé Leurs noms gravés auprès des nôtres”. Guy Béart, padre de la maravillos­a Emmanuelle, te estamos muy agradecido­s. “Qu’on est bien dans les bras d’ une personne du sexe opposé...”

Voto porque estoy hasta la coronilla de esa campaña en la que se mezcla la utopía con el miedo Afortunada­mente, no me dicen nada las banderas y tengo muchas identidade­s

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LUIS TATO / ARCHIVO Día de las votaciones en las pasadas elecciones municipale­s celebradas el mes de mayo
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