La Vanguardia

Diseñados para mirar

- Víctor-M. Amela

QUEJAS LOCAS. Olmos y Robles (La 1, lunes noche) y Mar de plástico (Antena 3, martes noche) son dos series policiacas, dos ficciones de producción española con referentes locales. La primera está ambientada en La Rioja y salen guardias civiles; la segunda, en los invernader­os hortícolas de Almería, y salen vecinos xenófobos. Y a las dos series les han llovido críticas de distintos colectivos. Olmos y Robles, por ejemplo, ha molestado a la Guardia Civil, cuerpo que se siente denigrado por el agente de la guardia civil que interpreta el actor..., un personaje paleto y bobalicón. Mar de plástico ha molestado al alcalde de El Ejido (Almería), que acusa a esta serie de “estigmatiz­ar a la provincia”. Son enfados muy tontos, porque siempre es ridículo enfadarse con un relato, con una ficción, tanto como insultar a un actor por la calle por haber encarnado a un asesino en una película o serie. Ambas series españolas deberían considerar estas críticas como un halago: significa que ambas tienen el mérito de ser lo bastante verosímile­s como para que el telespecta­dor confunda su ficción con una realidad. A menos que la Guardia Civil y el alcalde de El Ejido pretendan que, en vez de series de ficción con toda sus licencias, Olmos y Robles y Mar de plástico se conviertan en documental­es.

AGUILAR. El periodismo político tiene a veces raptos de autenticid­ad. En Más vale tarde (La Sexta, tardes), programa diario de análisis político, se vivió el viernes uno de esos momentos. El curtido periodista Miguel Ángel Aguilar, con fama de sarcástico hasta el filo del cinismo, con un prestigio profesiona­l blindado y que uno diría encallecid­o por medio siglo de sucesos de todo tipo, relataba el momento en que, hace cuarenta años, cubrió el momento de la ejecución, oyó las descargas, el tiro de gracia, vio la sangre... de uno de los últimos fusilados del franquismo, Humberto Baena, dos meses antes de que muriese el dictador. El veterano periodista no pudo completar su relato, se quedó en la rueda de prensa en la que el ministro de Franco confirmó las penas de muerte...: se le humedecier­on los

el llanto le anudó la garganta. Mamen Mendizábal, la presentado­ra, le pidió disculpas por el trance en directo y pasó la palabra a otro contertuli­o, respetando con delicadeza el pesar de Aguilar. La biografía de un periodista no es sólo una sucesión de titulares, es también una cadena de emociones en primera fila. Ya dijo Kapuscinsk­y que el buen periodista nunca puede ser un cínico.

MAITE. Desde hace algún tiempo, ya nadie se atreve a afirmar que Gran Hermano sea un formato televisivo agotado que la gente dejará de mirar. A estas alturas está contrastad­o que es televisión a chorro, pura y dura, como dije hice quince años, porque es un espectácul­o fundado en el zoológico humano, en la inagotable variabilid­ad de las emociones personales, y mirar al otro siempre nos ha cautivado y cautivará: estamos diseñados para eso. El mérito de los responsabl­es de Gran Hermano consiste en la elección de los especímene­s, como el de Maite en esta decimosext­a edición, la madre que se jacta de ser una elegida de Dios y que ordena a su hija acostarse con otro concursant­e para azuzar los celos de una rival. ¿Cómo dejar de mirar el despliegue y consecuenc­ias de un desequilib­rio tan fascinante?

Siempre es ridículo enfadarse con un relatoojos, de ficción, no entender que no se trata de un documental

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