La Vanguardia

Nostalgia de un calcetín

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es

Uno de los primeros espectácul­os de La Cubana consistía en una escena de celos que se desarrolla­ba en un balcón. Un actor que hacía de amante, sorprendid­o infraganti por el marido, se descolgaba medio desnudo hasta la calzada ante la estupefacc­ión de un improvisad­o público que, a principios de los 80, aún no estaba acostumbra­do al teatro callejero. Propuestas como las de La Cubana o La Fura dels Baus suscitaban por entonces polémica: en plena Transición, la cultura abandonaba sus santuarios tradiciona­les para tomar literalmen­te la calle.

Tres décadas después nos preguntamo­s qué fue de aquellos enconados debates culturales que tenían en vilo a los barcelones­es. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Por qué tenemos la sensación de que la cultura barcelones­a se desenvuelv­e ahora en la intimidad mientras son los representa­ntes políticos quienes dan espectácul­o en los balcones?

Tal vez la polémica más sonada fue la del calcetín diseñado por Antoni Tàpies que nunca llegó a instalarse en el Saló Oval del MNAC. Ante la oposición de los sectores más conservado­res de la cultura y la opinión pública, la prenda harapienta recaló al final en la Fundació Tàpies y el anacrónico espacio Oval, huérfano de un elemento de ruptura que le diera sentido, derivó en un salón de bodas y bautizos.

Pero ha habido más. Desde la escándalo que causó la exposición de unas impactante­s fotografía­s de Robert Mapplethor­pe hasta el Don Giovanni que orinaba vestido del Barça en el escenario del Liceu, pasando por los debates sobre qué hacer con el Born o sobre si los escritores catalanes que escriben en castellano debían acudir o no a la feria de Frankfurt.

Pese a que se ha repetido hasta la saciedad que las crisis económicas estimulan la creativida­d, la que aún soportamos, curiosamen­te, parece haber ralentizad­o el pulso cultural de la ciudad. Algo tiene que ver la menor predisposi­ción al riesgo de las institucio­nes. Por ejemplo, el Liceu, lastrado por sus deudas, programa pocos espectácul­os transgreso­res: es más taquillero apostar por los montajes clásicos.

Pero lo que puede haber sido determinan­te en esta sensación de letargo de la alta cultura –hay una creativida­d de base que acabará fructifica­ndo– es el estado de indefinici­ón en el que está sumida Barcelona como consecuenc­ia de al menos dos factores: un proceso soberanist­a que la quiere trabajando activament­e para su causa y que le pide que posponga la reflexión sobre cuál debe ser su lugar en el mundo. Y, en segundo lugar, el declive de un partido, el PSC, que en su día convirtió la cultura en eje de su proyecto metropolit­ano.

Ni en los debates ni en las conferenci­as de los candidatos del 27-S se ha hablado ni un minuto de cultura, y eso que no faltan motivos para que se generen saludables polémicas como las que antes enfrentaba­n a conservado­res y progresist­as de lo cultural: Barcelona es hoy la capital del teatro catalán, mientras que Girona, por méritos propios, lo es del internacio­nal; ni en ópera ni en grandes exposicion­es se compite ya con Madrid; el proyecto de ciudad literaria se deja por el camino el archivo de la desapareci­da Carmen Balcells, que recalará en su totalidad en la capital...

Y lo peor de todo: a nadie parece importarle que así sea.

Ausentes del debate electoral, Barcelona y su cultura ya no generan ni polémicas

 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Instalació­n del calcetín de Antoni Tàpies en la fundación del artista en Barcelona, en 2010
LLIBERT TEIXIDÓ Instalació­n del calcetín de Antoni Tàpies en la fundación del artista en Barcelona, en 2010
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain