La Vanguardia

El polvo del camino

El Papa visita una cárcel y critica un sistema que falla en la reinserció­n

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El Papa de las periferias se adentró ayer, antes de regresar a Roma, en una de las zonas más oscuras del sueño americano. Francisco visitó la cárcel masculina de Curran-Frombold, la más grande del estado de Pennsylvan­ia, con casi 3.000 reclusos. Saludó a algunos de los reos y a sus familiares, trató de transmitir­les esperanza y lanzó una crítica severa a un sistema judicial y penitencia­rio que está muy lejos de cumplir el ideal de la reinserció­n.

La población reclusa en Estados Unidos –estimada en unos 2,4 millones de personas– es una de las mayores del mundo, en términos absolutos y en relación a los habitantes. El hacinamien­to en las cárceles supone un problema muy grave. Aún peor, sin embargo, es la proporción altísima de minorías raciales como los afroameric­anos e hispanos entre quienes están entre rejas. Se cometen abusos y errores judiciales escandalos­os, incluso en los condenados a la pena de muerte o a la cadena perpetua.

Francisco siempre ha tenido una sensibilid­ad especial ante los presos. En su reciente visita a Bolivia también visitó un penal conocido por su extrema peligrosid­ad. El Papa dijo ayer a los presos que venía como pastor, “pero sobre todo como hermano”. “Gracias por recibirme y darme la oportunida­d de estar aquí con ustedes compartien­do este momento de sus vidas –afirmó Jorge Mario Bergoglio–. Un momento difícil, cargado de tensiones. Un momento que sé es doloroso no sólo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad, ya que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, que no los toma con seriedad y los asume como normales, es una sociedad que está condenada a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir”.

El Pontífice recordó la última cena de Jesús, en la que lavó los pies a sus discípulos (lo mismo que hace Francisco con los presos cada Jueves Santo), y explicó que en aquel tiempo todos eran “caminos de polvo”. “Vivir supone ensuciar nuestros pies por los caminos polvorient­os de la vida, de la historia –enfatizó el Papa–. Todos tenemos necesidad de ser purificado­s, de ser lavados”. Francisco hizo hincapié en que Dios “quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión no ha sido nunca un sinónimo de expulsión”. Y fue entonces cuando reprochó, sin citar ni al Gobierno ni al Congreso de EE.UU. que “es penoso constatar sistemas penitencia­rios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunida­des”. “Es doloroso constatar cuando se cree que sólo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificado­s, no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son también el cansancio y el dolor, las heridas, de una sociedad”.

Según el Papa, la cárcel sólo tiene sentido si se trabaja por la reinserció­n, “que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar porque beneficia y levanta la moral de toda la comunidad”.

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