La Vanguardia

¿Y ahora qué?

- M. Dolores García

La particular conversión de estas elecciones en un pseudorefe­réndum obliga a hacer dos lecturas de los resultados: en votos y en escaños. El independen­tismo gana por mayoría absoluta en diputados. Aún le sobran cuatro escaños. Pero baja dos respecto a los que tenía en 2012. Visto con perspectiv­a, la operación Junts pel Sí ha sido rentable para Artur Mas, cuya tendencia a la baja ha quedado diluida y es ahora una incógnita, pero no tanto para ERC, puesto que es de suponer que una parte del engorde de la CUP ha sido a su costa.

Sólo un resultado por debajo de los 60 escaños habría llevado a Mas a tirar la toalla. No ha sido así y repetirá como presidente de la Generalita­t, pero lo hará en una situación de mayor debilidad –compartirá gobierno con ERC y dependerá del apoyo de la CUP–, obligado a cumplir un programa que promete la independen­cia en 18 meses. Mas dejó anoche un apunte críptico al garantizar que sus actos estarían guiados por “la concordia” con España y “la cohesión” en Catalunya. Veremos en qué se concreta.

La cohesión es un bien preciado, pero se ha confirmado que la sociedad catalana está dividida por la mitad sobre la independen­cia, como lo refleja la lectura en votos.

Sea en escaños o en votos, el resultado es demoledor para el PP. La displicenc­ia de Rajoy hacia la efervescen­cia independen­tista en Catalunya no ha gustado ni a sus votantes. El PP pretende convertir las generales en otro plebiscito. Espera que en las elecciones españolas el independen­tismo remita. Pero lo cierto es que el PP es hoy un partido casi residual en Catalunya. Y el “casi” podría desaparece­r de la frase si Rajoy, para frenar la marea naranja, se deja llevar por la tentación de pedir el voto con el argumento de que España se rompería en manos del PSOE.

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