La Vanguardia

Pecado capital de juventud

Los Mossos esclarecen más de una década después la muerte a navajazos de un vigilante en el atraco de un supermerca­do en Mollet

- ENRIQUE FIGUEREDO

Las huellas genéticas son una de las pocas ventajas que las fuerzas de seguridad sacan a los delincuent­es. Son medios probatorio­s que permiten situar a alguien en un lugar y en momento dado casi de forma indubitada. Así es como 12 años después de un homicidio, los Mossos d’Esquadra han logrado determinar quién fue el joven de unos 20 años que en 2003 mató a navajazos a un vigilante de seguridad que plantó cara a dos atracadore­s que estaban robando en un supermerca­do Esclat de Mollet del Vallès.

Fueron dos miembros de ese grupo de atracadore­s que se caracteriz­an por la vida acelerada y el despilfarr­o de las ganancias los que clavaron sus navajas en la anatomía de aquel vigilante con esposa y un hijo. Había que salir de allí y aquel hombre valiente no iba a ser un obstáculo.

Era 18 de octubre de 2003. El hoy inspector de los Mossos Jordi Domènech se encontraba en casa preparado para pasar la tarde con unos amigos. Iban a ver el partido de fútbol que enfrentaba a la FC Barcelona con el Deportivo de la Coruña. Entonces sonó el teléfono. Siempre hay un teléfono que suena en estos casos: atraco con el resultado de un herido grave en Mollet del Vallès.

Un grupo de investigad­ores, muchos de ellos copan hoy puestos de dirección en la policía autonómica, se desplazó al lugar de inmediato. Era un supermerca­do Esclat situado cerca del autopista y, por tanto, de la entonces Escola de Policia. Al llegar, vieron muy cerca del centro de la acción a una mujer delgada, de pelo extraordin­ariamente lacio y de movimiento­s muy enérgicos que andaba con inusitada libertad por allí. A punto estuvieron de echarla sin contemplac­iones, sólo que alguien avisó de que la dejaran en paz, que era la alcaldesa, Montserrat Tura. Era la misma mujer que poco después se convertirí­a en la jefa política de los Mossos d’Esquadra al ser nombrada consellera de Interior por Pasqual Maragall. Ni ella ni aquellos policías podían entonces habérselo imaginado.

Hubo grabacione­s de las cámaras de seguridad, pero resultaron muy poco concluyent­es y de muy baja calidad. Es lo que tenía el viejo sistema de vídeo VHS, especialme­nte si, como era el caso, la filmación no era continua sino a intervalos de varios segundos. Tampoco ayudaron demasiado los testigos. Hubo muchas contradicc­iones. Pero al menos había un dato importante al que agarrarse: alguien había anotado la matrícula del turismo en que habían huido. Había un tercer cómplice que había estado esperando en los alrededore­s. El coche, por supuesto, constaba como robado. Cuando horas después lo recuperaro­n, todavía estaba puesta la sillita en la parte posterior que los atracadore­s no se habían tomado ni la molestia de retirar. Además de la sillita de bebé que daba un aire desolador al coche, se encontraro­n pasamontañ­as y una colilla.

Ese era un sólido punto de partida. Las buenas noticias se vieron relegadas cuando se supo que el vigilante había muerto a causa de las graves heridas. Del pasamontañ­as se extrajo un ADN nítido y de la colilla una mezcla de dos huellas genéticas.

Los investigad­ores estuvieron estudiando el entorno de una banda atracadore­s que se movían por la zona de Mollet y Santa Perpètua de la Mogoda. A alguno de sus miembros se le había visto merodear por el supermerca­do días antes del asalto. En verano de 2004 hubo algunas detencione­s y uno de los sospechoso­s entró en prisión, pero resultó que su ADN no era compatible ni con la mezcla hallada en la colilla.

A mediados de 2005 se produjo una nueva serie de atracos de parecido perfil al de la banda. Tras algunas comprobaci­ones, se dio con uno de los miembros que resultó tener un ADN compatible con el de la mezcla. Acabó en prisión, pero pagando por otros hechos, no por el crimen del Esclat. En 2006, los medios técnicos no eran los de hoy en día. Los investigad­ores estaban convencido­s de que era uno de los que mató al vigilante.

Pasaron varios años sin que se produjeran avances. En 2012, el sospechoso con el ADN compatible con la mezcla de la colilla salió de prisión. Los Mossos empezaron entonces a seguirle. Aquella excarcelac­ión coincidió con la creación de la Unidad Central de Homicidios, que empezaba a repasar algunos asuntos no resueltos de años atrás.

De la vigilancia al expresidia­rio se concluye que el sospechoso forma parte, como más de una década antes, de una banda de atracadore­s dedicada a los robos con fuerza o con violencia. Durante meses y meses, se cribó a los miembros de su entorno y se fue descartand­o a los que estaban detenidos o en prisión en la fecha del asalto al Esclat. Quedaron finalmente dos candidatos. Buscando durante semanas la oportunida­d perfecta, los Mossos d’Esquadra del caso lograron hacerse con muestras de ADN de ambos sospechoso­s. Esta huella genética puede obtenerse de objetos como peines, vasos, toallas sudadas o cepillos de dientes, entre otros.

Recienteme­nte, el ADN delató por completo al nuevo sospechoso, el que dejó restos de saliva u otros fluidos en el pasamontañ­as hallado en el coche robado. Era uno de los dos candidatos escogidos por los Mossos. Resultó ser un atracador de El Prat de Llobregat que no llega a los 35 años pero que por sus antecedent­es es un veterano consumado del delito. “Son como unos quinquis fuera de época”, dijo un investigad­or al referirse a la banda.

El 18 de octubre del 2003, el Deportivo ganó al Barça a domicilio 0-2. Marcaron Albert Luque y Sergio.

Una muestra de ADN impregnada en uno de los pasamontañ­as usados en el asalto delata al homicida

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Imagen del vídeo de seguridad de 2003, instantes antes del ataque mortal al vigilante

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