Un exceso de sofismas
Sofisma. Hete ahí una palabra que me atrae y me asusta. Sofisma significa, según el diccionario, una argumentación aparente para defender o persuadir al oyente de algo que es falso. Es, pues, una manera de engañar y en pocas ocasiones como en la pasada campaña electoral catalana he tenido que soportar tantos sofismas en las televisiones que habitualmente sigo y que tan arduamente se han dedicado a informarnos (¿¿??) del día a día de esa alocada carrera hacia el poder protagonizada por nuestras clases políticas, la catalana y la española. Insólito que una campaña electoral autonómica fuera objeto de tanta atención en las cadenas estatales, ¿o acaso alguno de ustedes recuerda haber sido bombardeado con tal intensidad en las elecciones de, por ejemplo, Castilla-La Mancha, Aragón, Asturias, Navarra, Melilla o la Comunidad de Madrid?
Ha sido en esta dedicación extensiva donde las diversas cadenas, públicas y privadas, han acabado desnudas y mostrando sus vergüenzas y sus desvergüenzas. TVE, 24 h, TV3, La Sexta, Antena 3, Cuatro, 8tv, 13 TV, Barcelona TV y tutti quanti, pues hay muchas más, pero han sido las citadas las que más atención han puesto en el evento presuntamente histórico y las que a más ciudadanos llegan. Y los contenidos, de información y de opinión, rebosaban sofismas, nos inundaban de sofismas. Sólo reproducían lo que dicen y hacen los políticos en campaña, pensarán ustedes, pero ocurre que cada televisión, cada cadena, tiene su cocina y allá se cuecen –y manipulan– los mensajes que al fin nos llegan a través de la pantalla. Allá se eligen frases, se montan secuencias, se sobreexponen o se silencian imágenes y palabras, de lo cual se concluye (esto no es un sofisma, esto es un silogismo) que la responsabilidad de tanto barro como nos ha encharcado la cabeza es también de las teles.
Soportado lo soportado, visto lo visto, oído lo escuchado, habrá que decirlo con claridad: la única cadena que me ha merecido crédito en este aquelarre colectivo ha sido 8tv. El debate a siete candidatos y el cara a cara Margallo-Junqueras han sido las piezas maestras que han contribuido a que me sintiera adecuada e imparcialmente informado recibiendo argumentos, datos concretos, ideas y hasta estados de ánimo que me ayudaran a situarme ante la responsabilidad de presentarme, ayer por la mañana, en mi colegio electoral para votar. Aunque debo hacer una matización: lamentable el episodio con la pretensión de que dos estrellas mediáticas, de cuyo nombre no quiero acordarme, intervinieran en la campaña. Ya habíamos recibido demasiados purgantes, para que además se nos quisiera suministrar una buena ración de vudú emocional.
Cuando a todos se nos llena la boca con nuestra democracia, quizá convenga recordar que una sociedad democrática no se construye sólo con partidos políticos. Se precisan también medios de comunicación que atiendan la necesidad de información seria y suministren opiniones que ayuden al televidente –ciudadano ante todo– a formar su propio criterio ante cuestiones que para nada son una frivolidad.
En pocas campañas electorales como en esta hemos tenido que soportar tantos sofismas a través de las televisiones