La Vanguardia

París lleva la prostituci­ón al museo

Una polémica muestra en Orsay desmenuza el oficio más viejo del mundo

- ÓSCAR CABALLERO París. Servicio especial

Han desapareci­do las salas de filmes X parisinas y el porno tampoco brilla en la televisión –fue, con el fútbol, el gancho de la televisión de pago– porque internet pasó por ahí. Pero tras un cortinado púrpura, crudas películas con más posiciones que las del Kama sutra atraen a un público inesperado: los visitantes de Esplendor y miserias de la prostituci­ón (1850-1910), en el Museo de Orsay. Son cortos, abiertamen­te pornográfi­cos –los mismos que colecciona­ba el rey Alfonso XIII– resucitado­s en ese museo, el tercero más visitado de Francia, cuyo imán principal es El origen del mundo, de Courbet.

Personaje peculiar, su director, el polémico Guy Cogeval –en el Museo de los Monumentos Franceses, que dirigió, fueron célebres sus veladas festivas, multitudin­arias, con invitados como Madonna, Mickey Rourke o JeanPaul Gaultier–, encadena una exposición del desnudo masculino, la –espléndida– en torno a Sade y ahora ésta. ¿El museo será el último refugio de lo políticame­nte incorrecto?

El crítico de Le Monde, incómodo porque “el eje de las exposicion­es de Orsay tiene forma de falo”, titula con la palabra “racolage”, que define en francés la solicitaci­ón de una prostituta, penalizada por el gobierno de Sarkozy, para definir “la operación de la Gare d’Orsay”. Y aunque reconoce que “los recortes de los presupuest­os de los museos obligan a sus gestores a buscar dinero”, se pregunta “si eso justifica la multiplica­ción de imágenes de mujeres en posiciones lascivas y de varones que desnudan su vientre”.

Excusa cultural: si la prostituci­ón es en el siglo XIX la profesión mejor repartida en Europa –Picasso describía el domingo español: “Misa por la mañana, toros por la tarde y al burdel por la noche”–, sólo París la convirtió en atractivo turístico, rasgo sociológic­o, tema de artistas y camino transversa­l de ascensión social y económica de algunas mujeres.

Cogeval, fan de ópera, encargó el decorado a Robert Carsen (cuyo triunfal Cantando bajo la lluvia vuelve en noviembre al Châtelet) quien debió distribuir ciento cincuenta óleos, algunos de grandes dimensione­s, y otras tantas fotografía­s, además de los filmes a los que, junto a las fotos más osadas, encerró tras las cortinas mencionada­s. A la entrada de cada espacio, un cartel: “Pro- hibido a menores de 18 años”.

Son dos altos en un camino que arranca con Ambigüedad: espacio público y mujeres públicas. Porque en el París iluminado a partir de 1816, en cuanto se encendían las farolas de gas era necesario distinguir entre las mujeres vedadas y las que se ofrecían. Pantalones y cigarro fueron rápidament­e una indicación.

El recorrido de Orsay es más explícito: continúa con París como capital de los placeres; la hora en la que se encendían las farolas de gas; lo que pasa entre bastidores; de la espera a la seducción el lenguaje del cuerpo; Maison closes, escenas de género; imágenes prohibidas; intimidad entre mujeres; reglamenta­ción versus abolicioni­smo. Sala importante: la aristocrac­ia del vicio. “Admiradas en la Opera, seguidas por la prensa, esas demi-mondaines ejercen una verdadera fascinació­n –dice el catálogo– y dan el tono en materia de moda y de gustos”.

Último tramo: imaginario de la prostituci­ón; prostituci­ón y modernidad; el taller del pintor, teatro de fantasmas y obsesiones; placeres de amateurs; una orgía de formas y colores...

“A través de las luces mecidas por el viento / la prostituci­ón ilumina las calles”, poetiza Baudelaire en 1861. El autor de Las flores del mal conjuraba “el pintor

de “atraparlas grandesla vida la ciudades”.vida moderna” subterráne­acapaz de de

La prostituci­ón se convierte en un tema dignificad­o por el artista, politizado por la naciente anarquía. Y la prostituta en modelo. Su divisa está en Orsay: la Olympia de Manet, escándalo del Salon de 1865 “tanto por su tema –una prostituta desnuda representa­da en un gran formato– como por la libertad del pincel”.

La muestra está puntuada por nombres ilustres de la literatura (Balzac, Baudelaire, Flaubert, los hermanos Goncourt, Zola, Maupassant, Huysmans...) y de la pintura: Courbet, Manet, ToulouseLa­utrec, Forain, Van Gogh, Munch, Rouault, Ropp. Degas plantó su caballete en el espacio que separaba, en la Ópera, los camerinos de las bailarinas –adolescent­es, algunas de trece años, hijas de planchador­as–, que vivían de otra cosa que del miserable cachet de artista, del escenario. Allí cazaban su presa los señoritos. “El ballet es innoble: una exposición de muchachas en venta”, se indigna Hippolyte Taine en su Notes sur Paris (1867).

No podían faltar varios Picasso –¿qué muestra de dos siglos puede obviarlos?–, aunque es una ausencia la que sobrevuela: el canon del tema, esas Demoiselle­s d’Avignon –por la calle Avinyó, de Barcelona–, la escena de burdel más fundamenta­l de la pintura. Y el malentendi­do de considerar descripció­n del placer lo que en realidad era la crónica de una revisión médica, con el fantasma de la sífilis, el sida de la época.

Regreso al presente: el 6 de diciembre del 2011 el Parlamento francés, con rara unanimidad, votó un piadoso deseo: “El objetivo de Francia es el de eliminar la prostituci­ón”.

En la muestra, látigos de seis colas rematadas por perlas o un sillón sexy, objetos y documentos, son casi trazas arqueológi­cas, pero relegan los matices de Grey a la biblioteca rosa. Una prehistori­a detallada por diversas publicacio­nes (además del catálogo, Les prostituée­s de Maupassant reeditado por Gallimard y

ABCdaire de la prostituti­on), es ilustrada también por conferenci­as, cine (Las noches de Cabiria, Belle de jour...), ópera filmada (La Traviata, Carmen...). Y el 3, 10 y 15 de octubre, Orsay monta un efímero Café Polisson (pícaro), animado por Nathalie Joly, espléndida chansonnie­r especializ­ada en el repertorio callejero que precedió a Piaf.

Expuesta como una obra, esta frase de una gallega, Carolina Otero, célebre en París bajo el apelativo de La Bella Otero: “Hice mi fortuna durmiendo... pero no sola”.

París convirtió la prostituci­ón en atractivo turístico, rasgo sociológic­o y tema de artistas

 ?? BERTRAND GUAY / AFP ?? Una mujer contempla una de las piezas de esta exposición, recién inaugurada en la capital francesa
BERTRAND GUAY / AFP Una mujer contempla una de las piezas de esta exposición, recién inaugurada en la capital francesa
 ?? MUSEO DE ORSAY ?? En el Moulin Rouge, de Tolouse-Lautrec
MUSEO DE ORSAY En el Moulin Rouge, de Tolouse-Lautrec
 ?? MUSEO DE ORSAY ?? Ella, de Gustav-Adolf Mossa
MUSEO DE ORSAY Ella, de Gustav-Adolf Mossa
 ?? PATRICE SCHMIDT / MUSEO DE ORSAY ?? La absenta, de Degas
PATRICE SCHMIDT / MUSEO DE ORSAY La absenta, de Degas

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