La Vanguardia

Clara derrota del conjunto de Sergio en Riazor (3-0)

Los blanquiazu­les caen goleados por el Deportivo con un planteamie­nto ofensivo que hizo aguas

- RAMÓN ÁLVAREZ

Triste imagen la que ofreció ayer el Espanyol en Riazor, un campo que sigue siendo gafe para los blanquiazu­les. Sergio se dejó llevar por esa euforia que él mismo rechaza y pecó de imprudenci­a –o de valentía, si gusta más– alineando de entrada a su particular tridente: Caicedo y Gerard formando pareja de ataque y Marco Asensio escorado a la banda derecha. Una apuesta con la que el técnico españolist­a dejaba claro ya de entrada que estaba dispuesto a comerse el mundo y de paso Riazor, pero que acabó haciendo aguas. En su primera batalla en los banquillos, Víctor Sánchez del Amo pronto demostró a su excompañer­o de glorias deportivis­tas que no era ni el día ni el escenario para ese tipo de aventuras.

Más que nada porque, prudente, el técnico del Deportivo no dudó en cambiar su esquema habitual para salir con dos líneas de cuatro muy juntas para contener la combinacio­nes visitantes. Un estrategia que le sirvió para restar verticalid­ad al Espanyol y, sobre todo, para salir a la contra con ese peligro del que ya alertaba el propio Sergio.

Aunque Marco Asensio salió a exhibir un día más su calidad y liderazgo y dispuso de las primeras ocasiones visitantes ante la meta que defendía Lux, su posición en la banda le restó ese protagonis­mo que tuvo en los dos partidos que había disputado. Sin un referente como él, el Depor pronto demostró que era el equipo mejor plantado en el campo para hacerse con el control del partido. A Víctor sólo le faltaban que apareciese­n los hombres que había dispuesto arriba, Lucas Pérez y Oriol Riera, una pareja que está marcando el buen inicio del conjunto gallego. Y tanto uno como otro fueron, precisamen­te, quienes pusieron el contrapunt­o a las acciones de Asensio generando las primeras ocasiones deportivis­tas.

Los locales empezaron a llegar con claridad y se encontraro­n el gol de regalo, cuando antes de que se cumpliese el primer cuarto de hora de juego Álvaro cabeceó a su propia meta una falta botada al corazón del área por Fajr. Una acción desgraciad­a que facilitaba las cosas al Deportivo.

Lejos de reaccionar, como en Anoeta, el Espanyol no encontra- ba esos pases interiores pese a la insistenci­a de Asensio, que tuvo el empate en el 23, pero se encontró con el cuerpo de Lux. Hasta que el buen hacer de la pareja de ataque deportivis­ta volvió a combinarse con los alarmantes errores defensivos del Espanyol para que entre Luis Alberto y Lucas construyes­en el segundo gol antes de la media hora, obra del gallego.

Los blanquiazu­les estaban sentenciad­os. No ya por los dos goles en contra, sino por su propia indolencia a la hora de crear juego ante un rival con el centro del campo poblado y su llamativa debilidad defensiva. Dos aspectos en los que el técnico aún tiene que incidir mucho. Así las cosas, ni el balón que estrelló Diop en el palo en el 40 de un trallazo exterior habría cambiado mucho las cosas en el caso de haber entrado.

Básicament­e, porque el segundo tiempo fue más de lo mismo y se inició con otro gol local, fruto de una combinació­n en ataque del Deportivo que volvió a sacar los colores a los defensores visitantes. Lucas se permitió no recibir en fuera de juego para que fuese Borges quien lo habilitase corriendo a por el balón más que la zaga españolist­a y cediese el balón al gallego para que marcase el segundo de su cuenta y el tercero de su equipo. Fue entonces, con el partido perdido, cuando Sergio decidió mover el banquillo para retirar a un tocado Caicedo y tratar como mínimo de marcar el golito del honor con toda la artillería que le quedaba: Hernán Pérez, Burgui y hasta Mamadou.

Intento frustrado, y más desde que Diop vio la segunda amarilla en la recta final del partido y al Espanyol no le quedó otra cosa que evitar otro gol en contra.

GUERRA TÁCTICA Víctor ganó la partida a su excompañer­o disponiend­o dos líneas de cuatro que asfixiaron a su equipo REACCIÓN TARDÍA El técnico españolist­a no movió el banquillo hasta que el partido ya estaba perdido

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CABALAR / EFE El españolist­a Felipe Caicedo disputa un balón con el deportivis­ta Celso Borges durante el duelo de ayer en Riazor
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