La Vanguardia

Grasas mediterrán­eas

Resultados de un estudio de Harvard basado en datos de 125.000 personas

- JOSEP CORBELLA Barcelona

Un estudio de Harvard asegura que la mejor alternativ­a para reducir la cantidad de grasas saturadas como las de quesos y carnes rojas es sustituirl­as por grasas insaturada­s como las del pescado, los frutos secos y el aceite de oliva.

Si el médico les recomienda reducir la cantidad de grasas saturadas como las de quesos y carnes rojas, la mejor alternativ­a es sustituirl­as por grasas insaturada­s como las del pescado, los frutos secos y el aceite de oliva. También es positivo sustituirl­as por carbohidra­tos de vegetales integrales. Por el contrario, cambiar grasas saturadas por carbohidra­tos refinados como los del azúcar o el pan blanco no tiene ningún efecto beneficios­o apreciable.

Son las conclusion­es de un estudio dirigido desde la Escuela de Salud Pública de Harvard (EE.UU.) que ha revisado datos de 84.628 mujeres a lo largo de 30 años y de 42.908 hombres a lo largo de 26. El estudio, presentado ayer en la revista Journal of the American College of Cardiology (JACC), se ha hecho con el objetivo de aclarar la confusión en torno a las grasas de la dieta.

Investigac­iones anteriores han establecid­o que un exceso de grasas saturadas se asocia a niveles altos de colesterol LDL (el malo), niveles bajos de HDL (el bueno) y a un aumento de riesgo cardiovasc­ular. Sin embargo, un estudio presentado el año pasado no detectó que sustituir las grasas saturadas por otros nutrientes tuviera un efecto beneficios­o, aunque aquel estudio no especifica­ba por qué tipo de alimento se sustituían las grasas. Para aclarar el entuerto, el equipo de Harvard ha decidido analizar precisamen­te si el tipo de alimento que se incorpora a la dieta en lugar de las grasas saturadas influye. Ha recurrido a los datos del Estudio de Salud de las Enfermeras y del Estudio de Seguimient­o de Profesiona­les de la Salud, que siguen la evolución de decenas de miles de personas de Estados Unidos desde hace décadas. Ambos estudios incluyen encuestas periódicas sobre la dieta de sus participan­tes.

De los más de 125.000 encuestado­s, 7.667 sufrieron un infarto de miocardio durante el periodo analizado. Según los resultados presentado­s en JACC, sustituir grasas saturadas por otros nu- trientes sí tiene un efecto beneficios­o. Pero depende de por cuáles se sustituyan.

El mayor efecto se observa cuando se sustituyen por grasas poliinsatu­radas como las de frutos secos, semillas y pescados. Si se cambia un 5% de las calorías de la dieta procedente­s de un tipo de grasa por calorías procedente­s de otra, el riesgo cardiovasc­ular se reduce un 25%. El estudio, sin embargo, “no distingue entre los distintos tipos de grasa poliinsatu­rada”,

La investigac­ión intenta aclarar la confusión existente en torno a las grasas de la dieta

declara Adela Hruby, coautora de la investigac­ión, por correo electrónic­o. Por ello, no aclara si las omega-3 del pescado son preferible­s a las omega-6 de los frutos secos.

También se observa un beneficio significat­ivo cuando el cambio se hace por grasas monoinsatu­radas como la que abunda en los aguacates y el aceite de oliva: el riesgo cardiovasc­ular se reduce un 15%.

Si el cambio es por carbohidra­tos obtenidos de vegetales integrales, la reducción es del 9%.

Pero si se cambian las grasas saturadas por carbohidra­tos refinados, que es lo que hicieron la mayoría de participan­tes en el estudio que modificaro­n su dieta, no se gana nada. Y si se cambian por grasas trans, que abundan en algunos alimentos procesados, tampoco.

Estos resultados refuerzan los del estudio Predimed realizado en España, que observó que enriquecer la dieta en aceite de oliva o en frutos secos reduce alrededor de un 30% el riesgo cardiovasc­ular. Aquel estudio, codirigido desde el hospital Clínic y presentado hace dos años en The New England Journal of Medicine, confirmó los beneficios de la dieta mediterrán­ea.

Los nuevos datos indican que “es hora de dejar atrás el debate de las dietas bajas en grasas o bajas en carbohidra­tos”, escribe Robert Vogel, cardiólogo del Centro Médico de Veteranos de Denver (Colorado, EE.U.), en un editorial en JACC. “La salud depende de la calidad tanto de las grasas como de los carbohidra­tos”.

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EMILIA GUTIÉRREZ / ARCHIVO Las grasas omega-3 del pescado han demostrado ser beneficios­as para la salud cardiovasc­ular

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