Un bólido que no tira
A los 10 años de su primer título mundial, Alonso evidencia el enésimo desencuentro con su equipo en un frustrante ocaso
Fernando Alonso, tan sobrado de talento y genio como tosco en las relaciones profesionales y en sus elecciones laborales, asiste a un agónico ocaso embarcado en un frustrante proyecto con McLaren.
Para bien o para mal, no se puede negar que Fernando Alonso no sea fiel a sí mismo. Desde aquel lapidario “no tengo nada que agradecer a nadie, sólo a mi familia” que soltó recién coronado rey de la F-1 en Interlagos aquel 25 de septiembre del 2005, hasta los lamentos sarcásticos del domingo en Suzuka, el de Oviedo ha transitado por una montaña rusa de emociones, de resultados dispares, de alegrías y frustraciones, y de numerosos desencuentros en sus equipos. Tan sobrado de talento y genio como tosco en las relaciones profesionales y en sus elecciones laborales, Alonso asiste a un agónico ocaso embarcado en un frustrante proyecto con McLaren y Honda.
Consumido un tercio de su primera temporada de reencuentro con la escudería de Woking y Ron Dennis, las tensiones internas empiezan a aflorar. Empezó el curso poniendo paños calientes a sus pésimos resultados, fruto de un propulsor Honda enclenque, pero víctima también de las desconexiones entre los ingenieros ingleses y los japoneses. “El reto que tengo delante es uno de los más excitantes de mi vida: intentar, desde cero, volver arriba”, se animaba al inicio del Mundial, al tiempo que, carrera tras carrera, minimizaba quedar fuera de los puntos o sus siete abandonos. “Quien se aburra que apague la tele hasta el año que viene”, descargaba.
Pero la acumulación de frustración ha acabado supurando. “¡Me pasan en las rectas como si fuera un GP2! ¡Es vergonzoso, muy vergonzoso!”, explotó en Suzuka en plena carrera. Dennis no tardó en afearle la conducta. “Creo que descargó su frustración, pero no necesitaba hacer estos comentarios, no fueron constructivos; no los consiento”, replicó el presidente de McLaren, recordando los episodios cruentos de guerra civil del 2007, cuando Alonso salió huyendo de Dennis y Hamilton, incapaz de gestionar la rivalidad interna, cuando disponía del mejor coche de la parrilla.
En estos 10 años, Alonso ha sido esclavo de sus decisiones y sus relaciones, fruto de un carácter difícil y su falta de diplomacia. Rechazó la oferta de Red Bull –que acabó haciendo tetracampeón a Vettel con el coche más dominante de la historia–, para preferir pasar dos años de barbecho en Renault junto a Briatore –después de haber salido despotricando–, pasó del amor incondicional al odio en sus cinco años de matrimonio con Ferrari, donde acabó enemistado, sin aliados y sin éxitos, y ha terminado en brazos de un proyecto de difícil repunte. La incógnita es cuánto le durará la paciencia a Alonso, a sus 34 años. “Que nadie tenga duda de que tengo tres años con McLaren y mi carrera en la F-1 acabará en este equipo, y ojalá ganando todo”, asegura desafiante.
Considerado por expertos y aficionados uno de los mejores pilotos de siempre, el Nano está dilapidando su magia los últimos años. Su última victoria se remonta a mayo del 2013, hace 46 GP, dos años y 4 meses. Y no parece probable que McLaren haga milagros.
PACIENCIA A PRUEBA “Que nadie tenga ninguna duda de que tengo tres años con McLaren y mi carrera en F-1 acabará aquí”, asegura