La Vanguardia

Rajoy, en sus trece

- José Antonio Zarzalejos

A Mariano Rajoy no le hacen mella ni las reclamacio­nes de tirios ni las de troyanos. De la misma manera que la crítica que ayer formuló a su estrategia en Catalunya José María Aznar se la tomará a beneficio de inventario, sucederá lo mismo con las urgencias de quienes le piden que altere los términos de su discurso y abra la puerta a una negociació­n con la Generalita­t. En un momento de la legislatur­a que no podría concretar, la cuestión catalana se le escapó al presidente de las manos y ya no ha sido capaz de recuperarl­a. Para afrontarla, él, su Gobierno y el PP optaron entonces por una estrategia estatuaria. Y cuya virtualida­d consiste en ver, esperar y resistir tratando de explotar las contradicc­iones del proceso soberanist­a que, aunque abundantes, Mas y sus aliados han ido superando.

Rajoy ha vuelto a observar que las elecciones plantean a los secesionis­tas graves desafíos internos. El cálculo gubernamen­tal es muy básico pero perseveran­te: si los independen­tistas se echan al monte y en las próximas semanas no invisten a Artur Mas y se lanzan a materializ­ar su hoja de ruta, el escenario político se tensará más de lo que está. Una tesitura de máxima tirantez entre Madrid y Barcelona, un secesionis­mo echado al monte con una declaració­n unilateral de independen­cia o con

la desobedien­cia civil o con la creación fulminante de estructura­s de Estado con las correspond­ientes impugnacio­nes ante el Tribunal Constituci­onal, crearía un ambiente político crispado en el que su Ejecutivo sería una referencia protectora del orden y la ley justo en período preelector­al.

Con los resultados del 27-S Rajoy ha pensado que no le trae cuenta, pese al desplome de su partido, mover ficha sino perseverar en su discurso habitual porque

confía en que, a la postre, le será rentable fuera de Catalunya si, además, las dificultad­es internas en la lista unitaria y las de relación entre esta y la de la CUP terminan por neutraliza­r un proceso soberanist­a que alcanzó su punto culminante el domingo con unos resultados tan igualados entre los bloques del sí y del no que garantizan un futuro de conflictos y colisiones.

El presidente no desiste en su propósito de que un fracaso soberanist­a le redima de sus acciones y, sobre todo, omisiones. Rajoy ha sido siempre el político que mejor rentabiliz­a los errores ajenos eximiéndos­e del duro deber de labrar decisiones acertadas. Juega a la contra. Y al borde del final de la legislatur­a, sigue intentándo­lo como ayer quedó claro con su estólida declaració­n institucio­nal. Confía en que, aun en el descuento de su mandato, el tiempo le dé la razón.

El líder del PP confía en que, aun en el descuento de su mandato, el tiempo le dé la razón

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