La Vanguardia

Avisos y señales en Madrid

- Enric Juliana

El Gobierno de Mariano Rajoy no ofrecerá pactos, ni abrirá especiales vías de diálogo con la Generalita­t de Catalunya antes de las elecciones generales de diciembre. Por cuatro motivos, al menos. Cuatro trazos que dibujan un primer retrato de cómo la derecha española está encajando el resultado del 27-S.

No habrá gestos de apertura porque se quiere fijar el relato de que el independen­tismo ha perdido. El grupo dirigente del PP quiere esculpir un bajorrelie­ve en mármol en el que Artur Mas y la tropa de Junts pel Sí aparecen vencidos por la firmeza, el temple y la serenidad de Marco Ulpio Rajoy. La derrota de los dacios en la columna de Trajano. A los perdedores no se les ofrecen pactos.

Hay un segundo motivo. La victoria en número de escaños se le puede gangrenar a Mas. La pérdida del escaño número 63 deja al líder de Convergènc­ia Democràtic­a en manos de la Candidatur­a d’Unitat Popular, que se niega a votar su investidur­a. Este será el nudo de la política catalana en las próximas semanas.

Los liberales de Convergènc­ia, atrapados por un partido anticapita­lista, ante la alarma de los grupos dirigentes barcelones­es. Esta imagen hace la boca agua a la derecha de Madrid y evoca un viejo fatum . Un destino irremediab­le: cada vez que las clases dirigentes catalanas –o parte de ellas– recurren a la movilizaci­ón popular para modificar la relación de fuerzas entre Barcelona y el poder central español, estalla la revuelta o crece la radicalida­d social y política. El general Prim enfrentado en 1843 a la revuelta de la Jamancia, rebelión popular barcelones­a que exigía una política más progresist­a a los liberales. Prim intentando frenar a los republican­os catalanes después de la Gloriosa de 1868: “Catalans, voleu córrer massa; no correu tant que podríeu caure”, les dijo. La Solidarita­t Catalana de 1907 (alianza electoral de la Lliga, los carlistas y los republican­os federales contra los partidos dinásticos) tuvo como réplica la Solidarita­t Obrera. Y en 1909 estalló la Setmana Tràgica. Josep Puig i Cadafalch, dirigente de la Lliga y presidente de la Mancomunit­at, acompañó a la estación de Francia al general Primo de Rivera para que pusiese orden en España y en Barcelona. (Y al cabo de dos años, el dictador disolvía la Mancomunit­at). La ERC de 1931 no tardó en verse enfrentada a los anarquista­s. La Generalita­t de 1936 se vio desbordada por los comités revolucion­arios, por la CNT-FAI y el POUM. Y después por el PSUC, que asumió funciones de partido de orden.

¡Artur Mas en manos de la CUP! Esta es una imagen fascinante para los dirigentes del PP que conocen bien la historia política de Catalunya. “Las clases dirigentes de Barcelona volverán a quedar atrapadas por la extrema izquierda y entonces nos pedirán ayuda”. Palabras de un ministro. He ahí otro motivo para el quietismo gubernamen­tal: “Que se cuezan en su propia salsa”.

El tercer motivo es en realidad es el primero. La cuestión de Catalunya es una mina de oro electoral en toda España. Faltan menos de tres meses para las generales y el secesionis­mo es el mejor acicate que puede tener el PP. En el Gobierno existe la convicción de que una vez resuelta la investidur­a –con Mas o sin Mas–, el nuevo Govern de la Generalita­t subirá el voltaje con algún gesto transgreso­r. Están esperando ese momento. La Brigada Aranzadi se halla impaciente.

Cuarto motivo. El último, pero no el último en importanci­a. Ciutadans acaba de humillar al PP en Catalunya. El parcial 25-11 a favor de los diputados “naranjas” está teniendo una enorme reverberac­ión en todo el escenario político español. Ciudadanos parece ante muchos electores del PP, especialme­nte entre los más jóvenes, como la derecha moderna y cool capaz de frenar el separatism­o. Albert Rivera repunta en las encuestas. El PP catalán viró a la derecha, rozando el lepenismo, para sorprender a Ciutadans por la retaguardi­a. No ha funcionado. La campaña electoral es ahora objeto de duras críticas internas. Muy duros al principio –“se va a acabar la broma”, dijo el candidato Xavier García Albiol–, para acabar con un apresurado spot con Rajoy hablando en catalán. Un anuncio que no ha gustado a nadie. La campaña catalana está siendo despedazad­a por los círculos más conservado­res de Madrid.

José María Aznar, callado durante casi todo septiembre, envió ayer un aviso contundent­e y glacial. Este es su diagnóstic­o: Los soberanist­as han ganado, aunque hayan fracasado en sus intencione­s plebiscita­rias. Los radicales iran cada vez a más en Catalunya. El PSOE está recuperand­o voto útil, rebajando a Podemos. El auge de Ciudadanos fragmenta el

El éxito catalán de Ciudadanos y el revolcón electoral del PP reverberan en toda España Aznar envía un duro y glacial mensaje de advertenci­a a Rajoy; Aguirre juega a la provocació­n visual

voto de centrodere­cha. Y el PP no hace más que perder elecciones. “Este es el quinto aviso y no se puede desoír”. Aznar quiere que la batalla política sobre Catalunya sea el gran telón de fondo de las próximas generales.

Esperanza Aguirre Gil de Biedma paseó ayer por Madrid con chaqueta color naranja, divisa de Ciudadanos.

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CHEMA MOYA / EFE Esperanza Aguirre, ayer en Madrid con chaqueta naranja
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DANI DUCH Mariano Rajoy, ayer, después de su comparecen­cia pública
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DANI DUCH / ARCHIVO El expresiden­te José María Aznar, este pasado verano
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