Al albur de casi todo
Tras pedir el voto por correo, los residentes en el extranjero afrontan posibles incidencias administrativas, de envío y del factor tiempo
Un tipo afortunado”, suspiró esta corresponsal al ver en las redes sociales, a finales de la semana pasada, la foto de un ufano Pep Guardiola, entrenador del Bayern, depositando felizmente su voto para el 27-S en el consulado de España en Munich. Faltaba poco para la cita electoral del domingo, y los catalanes residentes en el extranjero (es decir, empadronados fuera de España y matriculados como residentes en su consulado) habíamos dedicado varios días de septiembre a mirar con ansia nuestros buzones en espera de la documentación para votar.
Quien esto escribe la había solicitado en agosto, durante las vacaciones (el plazo para hacerlo iba del 4 al 29 de ese mes), y lo hice enviando un fax a la Oficina del Censo Electoral de Barcelona desde la misma Barcelona, aunque lo más habitual es que el “voto rogado” se solicite por correo postal, o últimamente también por vía telemática. Así se llama esta modalidad, introducida en enero de 2011 para atajar denuncias de fraude en el voto exterior, y es “rogado” porque obliga al votante a expresar su deseo de votar. Antes de esa reforma, la documentación para votar te llegaba de oficio a tu domicilio en el extranjero, y así voté siempre en mi etapa de corresponsal en Roma, entre los años 2003 y 2009.
Hecho el trámite en Barcelona y de regreso en Berlín, esta cronista echaba un vistazo cada día a la página web del Instituto Nacional de Estadística (INE) para comprobar si la preciada carta certificada había salido ya del país, pues un recurso de impugnación de candidaturas estaba retrasando los envíos. Y sí, ahí estaban los códigos asociados a mi nombre y DNI, listos para que Correos pudiera enviarme el sobre. Como al fin ocurrió, una vez resueltas las impugnaciones.
Esa documentación –que incluye las papeletas y el certificado censal– es indispensable para votar, bien por correo, o bien en urnas en los consulados, que para esta cita debían ponerse del 23 al 25 de septiembre. Bien, quedaban días todavía, y los códigos de envío aparecían ya en el tracking de la página web de Deutsche Post, el operador alemán de correos. Un día apareció la frase: “Está en tránsito en el aeropuerto de Frankfurt”; al día siguiente: “Está en proceso de entrega”, y al otro: “Está siendo devuelto a origen”. Llamadas, protestas, súplicas, ... imposible recuperar el sobre. Adiós a poder votar. En el buzón no dejaron aviso, la dirección postal era correcta, y no es la primera vez que Deutsche Post deja de entregarme algo.
El votante en el extranjero libra una lucha titánica contra posibles incidencias administrativas, de envío y del factor tiempo. Esta vivencia es de una ciudadana inscrita en el CERA (censo electoral de residentes ausentes); pero los inscritos en el ERTA (temporalmente en el extranjero), que votan por correo con otro trámite, afrontan seguramente aún más vicisitudes.
En Alemania, Deutsche Post fue desde luego muy eficiente y veloz en la inmediata devolución a origen de la documentación que debía entregarme, y al presentar mi queja por teléfono también se disculparon mucho.
DIRECCIÓN POSTAL CORRECTA Esta cronista no pudo votar porque Deutsche Post devolvió la carta del censo a Barcelona