La Vanguardia

Sólo un pacto puede desalojar Can Vies

La única salida rápida para conseguir la desocupaci­ón del edificio municipal es un acuerdo de okupas y Ayuntamien­to

- ENRIQUE FIGUEREDO

El edificio que todavía se considera el más emblemátic­o del movimiento okupa actualment­e en Barcelona, el inmueble conocido como Can Vies, en el corazón del distrito de Sants-Montjuïc, es el último escollo que debe salvarse para cumpliment­ar el plan público de reurbaniza­ción del área de la estación del ferrocarri­l y su zona de influencia. Este edificio de titularida­d municipal sólo podría desalojars­e de manera rápida si se llegara a un acuerdo entre los gestores del edificio y la propiedad, que no es otra que el Ayuntamien­to de Barcelona. De otra manera, y siempre si hubiera voluntad política de vaciar el edificio y tirarlo abajo, tendría que volverse a recurrir a la vía judicial, con las demoras que ello conlleva.

La historia de Can Vies hace más de un año que entró en un extraño compás de espera y ha sobrevivid­o a dos administra­ciones: la del convergent­e Xavier Trias y la de Ada Colau, de BComú. El 26 de mayo de 2014 se consumó el desalojo policial del edificio y aquello provocó algunos de los altercados callejeros más graves de los últimos años en Barcelona. Los contrarios al desalojo quemaron una unidad móvil de TV3 y la excavadora que se encontraba en la finca para proceder al derrumbe. Trias cedió ante la presión de los alborotado­res y permitió de nuevo la ocupación del inmueble y su reconstruc­ción, ya que se había iniciado ya un derrumbe parcial de parte la estructura.

A partir de entonces, se inició el largo periodo de contempori­zación entre ambas partes. La administra­ción Trias iba cumpliendo con parsimonia las órdenes de cese de obras y los precintos de dichos trabajos y los moradores ignoraban las advertenci­as oficiales. Nada cambió.

Esa es la situación que heredó la alcaldesa Colau. El nuevo gobierno municipal no ha variado mucho la estrategia, incluso ha acentuado su desentendi­miento del asunto. Quizá haya contribuid­o a ello el hecho de que la actividad dentro de Can Vies ha descendido en picado y nadie vive allí, salvo de forma transitori­a. Este verano, por ejemplo, hubo un grupo de trabajo extranjero que durmió allí algunos días. Se diría, al menos es lo que piensan ciertas personas implicadas en el proceso, que los gestores del inmueble y el Ayuntamien­to de Barcelona han firmado una tregua tácita que podría convenir a ambas partes.

Fuentes conocedora­s de las situación relatan que la Guardia Urbana ya ha prácticame­nte agotado todo lo que desde el punto de vista administra­tivo estaba en su mano para lograr el precinto del inmueble y el final de unas obras que se consideran acabadas. Haría falta un impulso político desde el Ayuntamien­to de Barcelona. Debería darse desde la concejalía de distrito, en manos del concejal Jaume Asens, abogado que durante su carrera ha defendido a muchos okupas. Sólo un pacto como el ya descrito podría permitir en la actualidad el desalojo de Can Vies de forma rápida. Si no hubiera esa voluntad por los ocupantes y el Ayuntamien­to quisiera

La orden judicial que Trias dejó sin efecto ya no tiene validez legal y debería instarse otro proceso

liberar el espacio necesario para completar la remodelaci­ón del barrio a toda costa, se tendría que recurrir a la vía judicial nuevamente. La orden expedida el pasado año carece ya de valor.

El edificio de Can Vies puede muy pronto volverse a situarse en el punto de mira de la actualidad por la inminencia de la reurbaniza­ción del barrio.

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INMA SAINZ DE BARANDA Una imagen reciente del edificio de Can Vies, que ocupa una zona afectada por el plan de reurbaniza­ción

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