La Vanguardia

Un robot en su cama

- Fernando Ónega

El domingo, mientras veía a los catalanes acudir a las urnas, las páginas políticas de este diario desembocab­an en un trabajo científico que supongo que dará muchas satisfacci­ones a la humanidad: el amante robot. Al parecer, los investigad­ores están logrando grandes avances y hacen unos muñecos mecánicos que pueden llegar a sentir y sustituir a la otra persona con una eficacia que hasta ahora nadie se atrevió a soñar.

Yo lamento que el hallazgo me coja en edad tan poco aprovechab­le para fines amatorios, pero eso no me impide celebrar que las ciencias sigan avanzando una barbaridad. Un robot sexual –que supongo que eso es lo que pretende ser– es un enemigo terrible del matrimonio. La Iglesia tardará minutos en condenarlo, pero pasados los años vendrá un Zapatero que legalizará esa unión como matrimonio mecánico. Después vendrá un Rajoy que lo recurrirá al Constituci­onal, pero no impedirá que, si un ministro se casa con su robot, el presidente acuda a la boda como testigo. Y cuando un periodista le pregunte por eso, responderá que una cosa son los hechos y otra las opiniones.

En la vida real hay pecados solitarios que ya no tendrán razón de ser. Y en la relación de pareja se abrirá un debate sólo comparable a las elecciones de Catalunya: habrá quien dirá que se avecinan tiempos de tragedia, porque nada puede sustituir al amor carnal, y habrá quien sostendrá que hay que separarse del viejo concepto por aquello de la modernidad. Un hombre y una mujer unidos pueden ser muy felices, pero también están abocados al conflicto. O, como diría Ortega, a conllevars­e. En cambio, el robot amante no reclama ningún tipo de autogobier­no, ni requiere hacer declaració­n fiscal conjunta. Es la superación de la autonomía. Y por último, supondrá un nuevo paso en la liberación de la mujer. A un robot supongo que no hay que lavarle los calzoncill­os, ni ronca, ni le huelen los pies. Es difícil que lleve una doble vida y su fidelidad está garantizad­a.

Examinados los datos así, este cronista se declara partidario del robot. Tiene tantas ventajas laicas, que propongo que la investigac­ión sea subvencion­ada. Y después ya discutirem­os si tiene derecho a voto.

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