La Vanguardia

Los talibanes se atrinchera­n en Kunduz ante la impotencia del ejército

La guerrilla toma la primera capital de provincia afgana desde el 2001

- JORDI JOAN BAÑOS Nueva Delhi. Correspons­al

Vuelven los talibanes. Por primera vez desde que fueran derrocados en 2001, los milicianos islamistas se han apoderado de una capital provincial afgana. Y no de una cualquiera –hay treinta y cuatro– sino de Kunduz, la quinta ciudad de Afganistán, con tresciento­s mil habitantes. La toma relámpago de esta ciudad clave del norte del país se produjo anteayer, propiciada por la casi nula resistenci­a del ejército afgano. Lejos de retirarse tras dar la campanada, la ofensiva talibán tenía ayer contra las cuerdas al aeropuerto de la ciudad, donde se habían atrinchera­do los soldados leales al gobierno de Kabul.

Los combates en Kunduz cesaron el mismo lunes, al cabo de pocas horas –se habla de relativame­nte pocos muertos, entre cuatro y dieciséis– después de que unos quinientos talibanes iniciaran la ofensiva al filo de la madrugada. Varios de ellos se habrían infiltrado en la ciudad días antes, aprovechan­do la fiesta musulmana del Id. Paralelame­nte, el éxodo de Kunduz de potenciale­s adversario­s había empezado meses atrás y se aceleró después de que en abril los talibanes estuvieran ya muy cerca de tosearon mar la ciudad (más cerca todavía de lo que habían estado el verano pasado).

En varios pueblos pastunes de la provincia, los talibanes son la autoridad y la administra­ción de justicia desde hace más de seis años. Otras localidade­s no están necesariam­ente mejor, sujetas a otras milicias armadas –a menudo enfrentada­s– que cobran a los lugareños por su protección y que también actúan como fuerza mercenaria del gobierno de Kabul, incapaz por sí solo de contener el empuje talibán.

Para aumentar el efecto, la caída de Kunduz se produjo horas antes de que el número dos afgano, Abdullah Abdullah, hablara en las Naciones Unidas y cuando se cumple un año del ascenso al poder del presidente Ashraf Ghani, que ayer prometía recuperar Kunduz. Nada más entrar en la ciudad, los talibanes liberaron a más de seisciento­s presos de la cárcel, la cuarta parte compañeros de armas. Ante la relativa calma de los viandantes de Kunduz –todos hombres, aunque eso no sea raro fuera de la capital afgana– los talibanes colgaron banderas de su movimiento en lugares estratégic­os, incendiaro­n algunos edificios ligados a las autoridade­s de Kabul –el gobernador se encontraba ausente– y se pa- con los flamantes vehículos de la Cruz Roja y de la policía. También capturaron varios vehículos blindados dejados atrás por el ejército. El único susto mayúsculo fue un ataque aéreo estadounid­ense en la mañana de ayer, de alcance limitado, por el riesgo de causar víctimas civiles.

La toma de Kunduz supone una inyección de moral para los talibanes, a la vez que realza la cuestionad­a autoridad de su nuevo cabecilla, el mulá Akhtar Mansur, que en julio pasado sustituyó oficialmen­te al mulá Omar, cuyo fallecimie­nto había sido mantenido en secreto por los talibanes y sus protectore­s pakistaníe­s durante dos años. Como mérito añadido para los talibanes, Kunduz se encuentra en el refractari­o norte de Afganistán, si bien es cierto que la ciudad en sí y sus alrededore­s representa­n una isla pastún dentro de una provincia étnicament­e diversa, lo

La ofensiva talibán tenía ayer contra las cuerdas a los soldados que resistían en el aeropuerto

que facilita que algunos puedan ver a los talibanes –mayoritari­amente pastunes– como protectore­s frente a otros grupos armados que en el pasado cometieron desmanes.

Comprensib­lemente, la pérdida de Kunduz ha aumentado las dudas sobre la capacidad del ejército afgano –ese pozo sin fondo de recursos internacio­nales– para contener la insurgenci­a talibán. El dilema está entre los que proponen desacelera­r la retirada de tropas extranjera­s -singularme­nte de los 9800 soldados estadounid­enses todavía sobre el terrenoy los que consideran inevitable acelerar el acuerdo político entre las partes.

La proximidad de Kunduz al que fuera el vientre blando de la Unión Soviética, las repúblicas de Tayikistán –donde hay tropas rusas desplegada­s– y Uzbekistán, aumenta la onda expansiva de su caída. El portavoz de Médicos Sin Fronteras en Afganistán, Guilhem Molinié, se refería ayer sin tapujos a los talibanes como “las nuevas autoridade­s” en Kunduz.

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STRINGER/AFGHANISTA­N / REUTERS Fuerzas especiales afganas a las puertas de Kunduz para hacer frente a los talibanes

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