La Vanguardia

“¿Podéis oírme ahora?”

Edward Snowden abre cuenta en Twitter

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Edward Snowden está desde ayer en Twitter. El informátic­o que hace dos años destapó la extensa red de espionaje electrónic­o de Estados Unidos abrió su cuenta con una pregunta alta y clara: “¿Podéis oírme ahora?”. La respuesta fue masiva. A las dos horas ya tenía más de 250.000 seguidores en la red social.

Snowden sólo sigue a la NSA, la Agencia Nacional de Seguridad para la que trabajaba y de la que se llevó miles de documentos que pusieron al descubiert­o una trama de espionaje que vigilaba a todo el mundo, desde el ciudadano de a pie a jefes de Estado y de Gobierno aliados de Washington. En estos programas globales de vigilancia participab­an compañías de telecomuni­caciones y gobiernos aliados, a pesar de que sus primeros ministros eran víctimas del mismo espionaje.

Snowden ha utilizado para su perfil un retrato suyo en blanco y negro. “Antes trabajaba para el gobierno, ahora trabajo para la gente”, asegura. Se presenta como director de la fundación Freedom of the Press (Libertad de prensa), una organizaci­ón sin ánimo de lucro que se dedica a exponer la mala gestión, la corrupción y la violación de las leyes por parte de Estados Unidos.

Él mismo controlará su cuenta, según ha confirmado su abogado Ben Wizner. Los primeros tuits fueron un intercambi­o con el astrofísic­o Neil de Grasse Tyson, en los que @snowden, como firma en la red social, asegura que “la vigilancia nunca duerme”.

Considerad­o un héroe por muchas personas, que valoran la valentía que tuvo para exponer al detalle el espionaje sobre personas, institucio­nes y gobiernos de la NSA, Snowden no puede regresar a su país. Huyó de Estados Unidos en mayo del 2013. Se escondió en Hong Kong, donde entregó los documentos que desenmasca­raban a la NSA al periodista Glenn Greenwald, que los publicó en The Guardian. Desde allí intentó llegar a Cuba, pero se quedó varado en la zona de tránsito del aeropuerto de Sheremetie­vo, en Moscú, porque Estados Unidos canceló su pasaporte. Allí permaneció varias semanas hasta que el Gobierno ruso le concedió asilo. Hoy sigue en Moscú. Si volviera a EE.UU., debería hacer frente a un proceso judicial por espionaje y robo de documentos propiedad del Estado. Podría ser condenado a 30 años de cárcel.

Sus revelacion­es pusieron de manifiesto que, en aras de la seguridad, EE.UU. violaba el derecho a la privacidad de millones de ciudadanos.

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