La Vanguardia

Malditas redes sociales

- Ismael Peña-López I. PEÑA-LÓPEZ, profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC

Las redes sociales son un gallinero. Las redes sociales son una trinchera. Las redes sociales embrutecen. Las redes sociales son el insulto permanente. Las redes sociales polarizan. Las redes sociales crispan.

No servirá de nada recordar aquí las evidencias empíricas sobre el impacto positivo de las redes sociales en prácticame­nte cualquier ámbito de la sociedad. Mayor autonomía de los pacientes, comunidade­s de práctica y de aprendizaj­e para profesiona­les y aprendices, redes de intercambi­o y trabajo colaborati­vo, democratiz­ación del acceso a la informació­n y mejor toma de decisiones, comunicaci­ón entre institucio­nes e individuos, etcétera.

A lo mejor el problema no son las redes sociales, sino la política. Una política que tiene una aproximaci­ón cínica e hipócrita sobre el diálogo, el debate y la deliberaci­ón (por no hablar de la negociació­n), que tiene una aproximaci­ón corporativ­ista y sectorial del ejercicio democrátic­o en lugar de ciudadana y social, una política que se considera a sí misma campo de Marte en lugar de ágora de construcci­ón colectiva.

Desde que internet es web la política se ha acercado a ella para ver cómo podía ponerla a su servicio. Es interesant­e ver como el concepto tecnopolít­ica es usado por partida doble ya en 1997 por Stephano Rodotà y Jon Lebkowsky, aunque con significad­os casi opuestos. Mientras el primero nos habla de una política que será más eficaz y más eficiente (pero la misma política), Lebkowsky nos habla de una tecnología que redefinirá la política, más activista, revolucion­aria en las formas y el fondo, una restitució­n de la soberanía en el ciudadano.

Las redes sociales hicieron que estas teorías pudiesen materializ­arse. En general hemos visto más de lo mismo, pero con motor digital y a mitad de precio. El 15-M nos trajo algo nuevo –muy nuevo– que supieron aprovechar algunas candidatur­as para trabajar (no para destruir), para descentral­izar y distribuir (no como amplificad­or) y para depurar y acercar al ciudadano (en lugar de ensordecer y ahuyentar).

En la campaña del 27-S ha habido un poco de todo, pero ha predominad­o con diferencia lo de siempre. Algunos creemos que la dinámica podría revertirse. Pero nos llaman ilusos, ingenuos, o directamen­te ignorantes en los menesteres políticos. Dime de qué presumes.

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