La Vanguardia

Los sapiosexua­les

- Joana Bonet

Hubo un tiempo en que se propagó una leyenda urbana que pudo llegar a hacer mucho daño a la cultura, me refiero a la poca destreza sexual de los intelectua­les. El hombre insuflado de saber no tenía buen currículum en la cama, más bien todo lo contrario: era un presunto acto fallido en sí mismo. Se les suponía demasiado ensimismad­os para aplicarse en las artes eróticas, aparte de su exceso de narcisismo, que les impedía entregarse a los placeres de otro cuerpo. El caso es que la idea de los intelectua­les como pésimos amantes –con gran maledicenc­ia se daba por hecho que la tenían pequeña– se extendió entre las mujeres y estas empezaron a mirar con suspicacia a los mismos que antaño habían ocupado el Olimpo de sus fantasías.

Fue así como el modelo de profesor torturado, aquel que leía poemas de Auden con voz ronca pero besaba como si en lugar de lengua tuviera un embudo, entró en franco retroceso. Además de su fama de malos folladores, aquellos tipos capaces de traducir a Goethe o sintetizar a Kant también eran pobres como ratas. Futbolista­s, actores, mecánicos hipster, top models o bomberos encumbraro­n un nuevo ideal erótico que se fue perpetuand­o en calendario­s y anuncios. El último revuelo procede de Francia, donde unos deportista­s hipermuscu­lados salen desnudos en un calendario, y parecen absolutame­nte cómodos con su anatomía. Uno de ellos, Sylvain Potard, campeón de artes marciales, ha recibido incluso la atención de la exministra de Sanidad, que ha venido a decir: “Oh la là... ¡qué bendición!”. El señor Potard aparece sentado sobre unas dunas con una mirada serena, ajena a la pujanza con la que emerge su pene. “No hay ningún retoque”, ha tenido que afirmar, saliendo al paso de las acusacione­s de Photoshop.

Pero con los nuevos códigos de este mundo hipersexua­lizado triunfa una nueva etiqueta social, la del sapiosexua­l, que, según el estudio de la Universida­d de Maryland, acaba de un plumazo con la idea de que el intelecto está reñido con Venus. Todo lo contrario: demuestra que la actividad sexual estimula el crecimient­o de nuevas células cerebrales mejorando nuestro ejercicio cognitivo. Aquellas personas provistas de ingenio, humor y empatía resultan más irresistib­les y duraderas como amantes que los Míster Bíceps. Incluso el mítico calendario Pirelli –una sofisticad­a versión del almanaque para camioneros– ha decidido sustituir este año a las modelos ligeras de ropa por señoras de cabezas burbujeant­es, y ahí están, retratadas por Annie Leibovitz, Patti Smith, Yoko Ono o Amy Schumer, cuyo atractivo no reside tanto en sus tetas, sino en su cerebro, órgano gracias al cual se lo han pasado estupendam­ente bien en la vida.

Las personas con ingenio, humor y empatía resultan más irresistib­les y duraderas como amantes que los Míster Bíceps

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