La Vanguardia

Los irreductib­les del reciclado

Los artículos desechable­s ganan presencia y chocan con la conciencia ciudadana y las políticas para reducir residuos

- ANTONIO CERRILLO

Cada bebé que nace produce, sólo en pañales, entre 1.500 y 2.000 kilos de residuos durante los primeros dos años de su vida. Son pañales que irán directamen­te al vertedero o a incinerado­ra, pues los materiales que los componen hacen difícil su reciclado. Pero los pañales son sólo un exponente más de la cultura del usar y tirar. Toallitas húmedas higiénicas, zapatos con material mixto, pajitas, cuchillas de afeitar y ahora las cápsulas de café monodosis son algunos de productos omnipresen­tes en la vida diaria, de una existencia tan corta como fugaz, pero con un impacto ambiental enorme si se rastrea todo su ciclo de vida. El ciudadano cada vez está más conciencia­do de la necesidad de reciclar los productos; pero la maquinaria de producción pone en el mercado una avalancha de nuevos artículos ideados para ser arrojados tras una vida efímera.

Los pañales son un ejemplo de esa legión de artículos desechable­s. Son prácticos, resuelven una necesidad de forma instantáne­a, pero tienen una huella ecológica mayor de lo imaginable. Su éxito tiene una explicació­n lógica y sencilla. Madres o abuelas segurament­e abominaría­n de los paal ñales de ropa que se utilizaron hasta los años 80 del siglo pasado, pues limpiarlos era una tarea ardua e indeseable, sobre todo cuando los padres trabajan o se trata de familias monoparent­ales.

¿Reciclarlo­s? Un pañal para niños contiene normalment­e tres materiales básicos: una capa de plástico para impedir el retorno de la humedad, una de celulosa con polímeros superabsor­bentes y una capa exterior de plástico impermeabl­e...

Pero pagar los pañales sigue saliendo a cuenta, aunque no incorporen todos sus costes ambientale­s. Los asumiremos luego; con impuestos, en la recogida de basura. “Estamos viendo que los productore­s no se hacen cargo de los gastos de recogida y tratamient­o de los productos que ponen en el mercado, pese a que, según el principio europeo de responsabi­lidad ampliada del productor, esa es su obligación”, explica Víctor Mijtans, director de estudios de la Fundación para la Prevención de los Residuos. Mitjans recuerda que hay soluciones alternativ­as, como los pañales biodegrada­bles, o los servicios comunitari­os de recogida y limpieza de pañales (laundry services ), muy extendidos en el mundo anglosajón.

De la misma manera, las toallitas húmedas viven en pleno esplendor, aunque sus efectos son tremendos en los sistemas de alcantaril­lado y saneamient­o de las ciudades. “Las toallitas son fibra de poliéster que no se degrada y, juntarse con otros productos, como jabones, bastones para el oído o trapos forman unos tapones alucinante­s en los colectores”, nos explica Rafael Mantecón, responsabl­e del área de depuración de aguas de la Asociación Española de Abastecimi­ento de Aguas.

Inicialmen­te, las toallitas se comerciali­zaron para la higiene del bebé, pero su éxito ha extendido las ventas al sector de la limpieza de adultos (desmaquill­adores faciales, higiene íntima…) y ahora sirven para limpiar inodoros, muebles, gafas, electrodom­ésticos o cristales. El problema se ha agravado porque algunas informacio­nes, imágenes o frases que dan a entender que las toallitas son aptas para ser desechadas en el váter, lo que es una invitación muy peligrosa.

En su recorrido, las toallitas se deshilacha­n, se trenzan entre sí y se amontonan con otros residuos. Y esas masas acaban provocando atascos tanto en los desagües propiedad del usuario como en los bajantes comunitari­os de el edificios, los sistemas de alcantaril­lado, colectores, elementos de bombeo y depuradora­s. El resultado son unos daños anuales cifrados en unos 1.000 millones de euros anuales, dice Mantecón.

En una ciudad media española de 300.000 habitantes, se extraen cada día unos 8.000 kilos de masas con toallitas. “La gente no sabe que paga dos veces por la

Las toallitas húmedas arrojadas al váter causan costosísim­os tapones en colectores y alcantaril­las

toallita húmeda: una en la tienda, cuando la compra, y otra en el recibo del agua, que se encarece por su vertido al inodoro”, dice Mantecón.

Otro fenómeno relevante es la irrupción de las cápsulas de café monodosis, que ha provocado un nuevo crecimient­o de residuos en vertederos o incinerado­ras.

Las cápsulas contienen en su interior un poso de café, una materia orgánica rica en nitrógeno que se puede usar como fertilizan­te; pero normalment­e el pequeño recipiente acaba en el cubo de la basura general.

Los expertos consultado­s sostiene que la mezcla de materiales heterogéne­os complican la separación. “La conciencia­ción individual es totalmente insuficien­te para parar” esta gran apuesta global del sector de la alimentaci­ón.

Los técnicos de la Agència de Residus de Catalunya recuerdan que las cápsulas de café que sean de aluminio (las primeras que entraron en el mercado) pueden ser reciclable­s, y podrían ser entregadas en las deixallari­es, mientras que las de plástico deben ir al contenedor gris general. El problema es que las cápsulas monodosis de café no tienen la considerac­ión de envases. Y eso es así porque la normativa europea asumió los argumentos de la industria. Por eso, sólo está identi- ficado con el punto verde (que garantiza su reciclado) el cartón que las envuelve, pero no las cápsulas individual­izadas. Si por el contrario, se hubieran considerad­o envases, cada dosis estaría marcada con punto verde, el signo que demuestra que el usuario ha pagado un extracoste y el productor tiene recursos para financiar su recogida a través del contenedor amarillo. Pese a todo, se han presentado algunas propuestas para reaprovech­arlas: cápsulas biodegrada­bles o que se pueden rellenar. Una empresa italiana promueve sustituir la cápsula por un compactado de café, de manera que haga innecesari­o el envoltorio. Esto, en la práctica, permitiría reciclar fácilmente el marro de café.

La sobreabund­ancia de artículos de un solo uso tiene como reverso un derroche de recursos. “Siguen apareciend­o en el mercado productos de usar y tirar, como vasos, platos, pañales o bolígrafos, sin que sus fabricante­s se hayan preocupado por aclarar qué harán con ellos después de su uso. Y eso supone transferir el problema a quienes recogen los residuos, los ayuntamien­tos y, por ende, a la ciudadanía”, dice Víctor Mitjans. “El fabricante debe saber qué hará al final de su vida útil con un producto que él ha diseñado, fabricado, distribuid­o y puesto en el mercado. Y tampoco es aceptable que la ley no le obligue a hacerlo”, añade este experto, partidario de que muchos más productos paguen por los residuos que generan. “Debe ser responsabi­lidad de los fabricante­s pensar y fabricar sus productos de manera que se reutilicen, se reciclen o composten al final de su vida útil”, concluye Mitjans.

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Los expertos piden que los fabricante­s asuman todos los costes de los productos que pongan en el mercado

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XAVIER CERVERA Bolsa con pañales, uno de los productos de uso diario habituales que no se están reciclando
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