Un pícaro en Cuba
Pedro Juan Gutiérrez, autor de ‘El Rey de la Habana’, publica ‘Fabián y el caos’
Hay un personaje, pícaro y desmedido, que se llama Pedro Juan, muy parecido a un escritor que desde 1998, cuando apareció Trilogía sucia de la Habana, firma Pedro Juan Gutiérrez, nacido en 1950 en Matanzas, la cuna del danzón, la rumba, el guaguancó y el yambú, el hijo del heladero que de niño se sentaba frente al Sloppy Joe’s para ver pasar las putas, vender cómics y trapichear con los marineros. Después llegó la revolución y cambió todo. En ese período, años 60 y 70, transcurre su nueva novela, Fabián y el caos (Anagrama), donde Pedro Juan reencuentra a su compañero de estudios Fabián, pianista, débil, asustadizo y homosexual. “Por un lado fue una época muy heroica, porque todos defendíamos la revolución, pero luego nos sumergimos en una Cuba desesperada, violenta y agresiva, que es de lo que se habla en esta novela”, dice. “Una novela que me ha costado veinte años escribir porque tenía un problema moral y no quería aprovecharme de la historia real que vivió un amigo mío, aunque, claro, en el libro mezclo realidad y ficción. Mi amigo era homosexual y lo detuvieron. La vida te enseña que hay que tener fuerza, fuerza para superar los fracasos, los errores, porque si no, sucumbes. La vida es un combate de boxeo, has de golpear y reponerte rápido de los golpes que te dan”. A su amigo, pianista de brazos cortos, lo reencontró en una fábrica de enlatado de carne, donde iban destinados los parias de la revolución.
Pedro Juan Gutiérrez, el escritor, tiene ya 65 años, vive entre Tenerife y La Habana, y ha asistido a la evolución de su sombra, de su personaje Pedro Juan, que pasaba de la furia salvaje –el Macho al que le gusta gustar a las mujeres, el compulsivo que escribía la trilogía en 51 días, el animal tropical alcohólico y nocturno que juega a ser marginal y demonio–, a la melancolía de las obras finales del ciclo de Centro Habana. “Ahora me gusta escribir con más orden y serenidad. Me he tomado un año sabático, escribiendo poesía”, dice. Poesía y Diálogos con mi sombra, diálogos del autor con su personaje, que tiene también su propia sombra, un pobre diablo llamado John Snake.
Gutiérrez, que una vez dijo que había aprendido a ser menos macho y más hombre, asegura que no ha visto aún la película que Agustí Villaronga (se estrena el 17 de octubre) ha rodado a partir de El Rey de la Habana. “Me envió el guión y me pareció bien. Mi novela tenía muchos personajes, que daban la textura que necesitaba la historia, pero el cine es otro lenguaje, es visual, y ha hecho bien Villaronga en eliminar personajes y centrarse en unos pocos. Algún crítico ha dicho que algunas escenas son insoportables por su sordidez. El rey de la Habana pasa en los años 90, unos años terribles en Cuba, en los que no había gas para calentarse, ni encontrabas alimentos durante ocho o nueve días. Ni un clavo tenías. Cada uno se las arregló para salvarse como pudo. Unos, yéndose fuera de Cuba. Yo, con el alcoholismo”. El escritor dice que la literatura es un asunto de clase media, “porque los proletarios no pueden y la aristocracia está en otras cosas, por lo que muchos lectores de clase media se espantan con facilidad”.
Sobre la incontinencia sexual en su novelística, el autor dice que “es algo bioquímico, tal vez en Cuba por la mezcla de español y africano, como en Brasil de la mezcla portugués y africano. Juguetear con el sexo es algo natural de los mamíferos, fíjense si no en los perros o los chimpancés. Dos mil años de cristianismo ha hecho mucho daño”.
“Juguetear con el sexo es algo natural de los mamíferos, fíjese si no en los perros o los chimpancés”