La Vanguardia

Una final en septiembre

- Joan Josep Pallàs

El partido de ayer bien podría estar dedicado a quienes alegrement­e, antes incluso de que las bolas del sorteo fueran extraídas del bombo para repartir los grupos, ya salivaban con la insólita posibilida­d de reeditar el título de Champions dos ediciones seguidas. El Bayer Leverkusen, un equipo no puntero del continente pero de espíritu intrépido y plan de juego trabajado, dio un susto monumental al Camp Nou que sirve de aviso a navegantes: nada es fácil en la Copa de Europa, dar por supuestas las victorias equivale a vivir situacione­s como la de anoche.

El triunfo tiene un valor tremendo para el grupo de Luis Enrique, que antes de dar la vuelta al resultado con una recta final ganada por la fe se mostró impotente, desordenad­o y con pocos recursos que oponer ante la presión alemana. Las imágenes de la piña en la celebració­n del 2-1, tanto en el césped como al borde del área técnica, más cercanas a las de una final de mayo que a las de un partido otoñal de finales de septiembre, describen el mal rato pasado y ayudan a insuflar moral a una plantilla que necesita encontrar refuerzos y soluciones, no sólo en el interior de su botiquín, sino de carácter anímico. El gol de Sergi Roberto, que creyó en la remontada y fue lo que nunca pareció, un revulsivo, sumado a la reacción competitiv­a global, fue lo mejor de un equipo que vivirá al límite y con lo puesto hasta enero.

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