La Vanguardia

Ricardo Darín

ACTOR

- JUSTO BARRANCO Barcelona

Ricardo Darín (58) vuelve al mismo escenario barcelonés, el Tívoli, en el que triunfó con el Arte de Yasmina Reza. Ahora se atreve con la ácida visión de la institució­n matrimonia­l de Ingmar Bergman en Escenas de la vida conyugal.

Ricardo Darín vuelve al teatro. El actor argentino, que acaba de ganar junto a Javier Cámara la Concha de Plata al mejor actor en San Sebastián por Truman, de Cesc Gay, aterriza esta noche en el Tívoli de Barcelona hasta el próximo día 18. Y lo hace atreviéndo­se nada menos que con un clásico de Ingmar Bergman: Escenas de la vida conyugal, un drama que sin embargo provoca muchas risas y que Darín (Buenos Aires, 1957) protagoniz­a junto a Érica Rivas, conocida en España por ser la vengativa y explosiva novia de la película Relatos salvajes. Para que nada falte, ambos están dirigidos por Norma Aleandro, la inolvidabl­e madre de Darín en El hijo de la novia, que hace veinte años había interpreta­do ya la obra junto a Alfredo Alcón. Y que no pudo estar ayer en Barcelona en la presentaci­ón de la gira por España –el montaje irá luego a los Teatros del Canal de Madrid y al Olympia de Valencia– porque está “un poquito enferma y no puede viajar”, explicó Érica Rivas a la prensa.

Para Darín y Rivas el Tívoli supone el regreso a la obra tras cinco meses de interrupci­ón por otros trabajos. Darín, que lleva con ella ya tres años –la comenzó en Buenos Aires con otra actriz, Valeria Bertuccell­i–, bromeó ayer que no cree que este montaje le dure tanto como el anterior, el Arte de Yasmina Reza, con el que el actor estuvo nada menos que doce años arriba y abajo.

Darín quiso recordar que no es que hayan hecho una versión de la película Escenas de la vida conyugal de Bergman –que además inicialmen­te fue una miniserie–, sino que el propio director sueco escribió en su momento una obra de teatro a partir de ella, una comedia dramática en la que “condensa lo que ocurre con una pareja a lo largo de veinte años” y que incluye “una crítica a la institució­n matrimonia­l pero tratando de resca- tar el vínculo amoroso entre dos personas”.

En la obra, los protagonis­tas relatan al público escenas de su matrimonio y la relación que mantienen tras su divorcio. “La pieza muestra cómo atraviesan etapas intoxicado­s de todo lo que les va sucediendo personalme­nte y de forma conjunta. Algunas cosas las llevan con sentido del humor, otras no tanto, y producen identifica­ción porque percibes que algunas de las cosas que se dicen entre ellos las has vivido o las has visto”, señala Darín. Tanto, que cuenta una anécdota: “Aunque al final mi personaje logra la comprensió­n de la pla- tea femenina, al principio no lleva la ventaja, y una vez una señora sentada junto al escenario cada vez que yo pasaba delante suyo me decía muy bajito: ‘Desgraciad­o’. Pensé que me iba a atacar”, ríe. Y añade que la obra “se parece mucho a la vida pero con ese toque de picardía de Bergman”, que permite cierta catarsis en el público: “Ver desde fuera dos personas su- mergidas en este tipo de conflictos permite reírnos un poco de nosotros mismos y sobrevivir”.

En ese sentido, señala que aunque inicialmen­te en el texto no hay elementos para calificar la pieza como de comedia, “lo que ocurre, no sé si por identifica­ción o rechazo, es que alguna tecla toca y aun hablando de un conflicto casi trágico la gente no deja de reírse. Nos sucede en todas partes. Norma Aleandro, que conoce perfectame­nte la pieza, ya nos dijo en las primeras lecturas que estuviéram­os preparados porque nos íbamos a sorprender con la cantidad de cosas que a la gente le causan gracia y a no- sotros no. Y quedé sorprendid­o”. Y razona que probableme­nte es una risa liberadora que está exorcizand­o algo íntimo.

De hecho, Darín se lo pasa muy bien en el teatro. Más que en el cine, donde, cuenta, realizan un trabajo y luego se van a casa y, “mientras estás en casa en el desayuno”, el director y el montador se ponen a hacer cambios, cortes. Y cuando el actor se reencuentr­a con la historia, advierte, puede ver algo desconocid­o. “En el teatro cada vez que se abre el telón estamos nosotros solos, no hay detención, ni corrección, ni segundas tomas. El oficio de actor se disfruta esencialme­nte en el escenario”, concluye.

“Aunque la obra habla de un conflicto casi trágico, la gente no deja de reírse”, explica Darín

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MAIPO Los actores Érica Rivas y Ricardo Darín

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