Raimon vuelve a casa
Ramon Pelegero Sanchís, más conocido como Raimon, es uno de esos hombres que con la sonrisa encienden la luz, para apagarla de inmediato cuando algo les hiere. Entonces son máscara de hierro. Raimon estaba radiante ayer en Valencia. Volvía a casa después de más de treinta años de ostracismo. Regresaba civilmente a casa con la más alta distinción de la Generalitat Valenciana.
Lo que le ha pasado a este hombre, nacido en Xàtiva en 1940, ayuda a explicar con brevedad y sin mucho enredo teórico el por qué del actual cortocircuito español. Ninguna cancillería internacional debería desconocer la historia del cantante Raimon, el mayor divulgador contemporáneo de la lengua valenciana y de sus grandes poetas clásicos. Un artista de primera magnitud, marginado durante más de tres décadas por las instituciones de su país –la Generalitat valenciana y los principales ayuntamientos– por al menos cuatro motivos: su residencia en Barcelona desde los años sesenta; su fuerte carácter, independiente y escasamente servil; su identificación ideológica con la izquierda, muy intensa en la transición, más escéptica en los últimos años; y su indomable defensa del idioma y del trasfondo cultural compartido por catalanes, valencianos y baleares.
Conocido por el gran público como autor de Al vent, un canto entre adolescente y existencialistas que pronto interesó a la Iglesia católica, y por otras piezas de resonancia política, Raimon es también el fabricante de dos joyas del fondo cultural español. Dos joyas de la utópica España plural: las versiones cantadas de Ausiàs March, el gran poeta valenciano del siglo XV, y las canciones de la rueda del tiempo de Salvador Espriu, el hermético poeta catalán que dio vida al mito de Sepharad en los años previos a la transición. Alta cultura en formato popular. Ahora que se ha puesto de moda citar a Antonio Gramsci, podríamos calificar a Raimon de verdadero artista nacional-popular. ¿Nacional de qué nación? Buena pregunta para un hombre siempre poco entusiasta del nacionalismo. Encuentro rápidamente la respuesta en la entrevista
Se levantan puentes en el Turia, mientras otros caen en el Llobregat; Valencia emerge como factor de distensión
con el cantante que ayer mismo publicaba el diario Levante: “Si tuviera que definir una patria, sería mi lengua”.
En una España verdaderamente diversa, integrativa y constitucional, Raimon sería reconocido como una de los grandes divulgadores del tesoro cultural común. Pues bien, ha sido vetado durante más de treinta años en su tierra y prácticamente ignorado por el oficialismo español.
La Generalitat valenciana entregó ayer su alta distinción a Raimon, al tiempo que el presidente socialista Ximo Puig ofrece Valencia como factor de mediación y distensión con la Catalunya soberanista. Se levantan puentes en el Turia, mientras otros caen en el Llobregat. Raimon es muy amado en Catalunya, pero el día que marcó distancias con el independentismo le agredieron algunas ortigas. La revolta dels somriues tiene un servicio de orden urticante. Jamás les calificaría de nazis o de fascistas, puesto que no lo son, pero se trata de gente dañina.
Raimon volvió ayer a casa y tuve la alegría de poderle abrazar mientras cruzaba el umbral.