La Vanguardia

La CUP prodigiosa

- Fernando Ónega

El espectácul­o de la CUP es fascinante. De hecho, esta formación minoritari­a consiguió ser el eje de la informació­n política durante esta semana y casi desde el día siguiente a las elecciones. Tiene todas las cualidades: discurso sólido, compatible con una sorprenden­te capacidad de cambio de criterio y de análisis del mensaje de las urnas; espíritu revolucion­ario que no decae por el hecho de acercarse al poder; altísima valoración de su propio poderío; ensalzamie­nto coral de sus diputados, de acuerdo con la idea de presidenci­a coral que insinuó para la Generalita­t, y concepto también altísimo, casi fundamenta­lista, del valor de su función de llave para la formación de gobierno y para investir a su presidente.

Hablo de cambio de análisis de las urnas, porque la CUP fue el partido independen­tista que dijo que no se había obtenido la mayoría de los votos, con lo cual no se podía acometer la independen­cia. Algún mensaje supremo se cruzó en su camino, porque a los once días (264 horas) estaba exigiendo gestos que hicieran irreversib­le la ruptura. Nada de esperar a tener presidente ni otras menudencia­s: lo importante es la ruptura. Esa versatilid­ad de mensaje y su rapidez es una cualidad frecuente en la política española, pero la CUP batió los récords de velocidad. Por si vale la comparació­n, Artur Mas tardó varios años en pasar de decir que la independen­cia era un concepto antiguo a aceptar que es lo moderno y necesario para Catalunya.

Hablo de espíritu revolucion­ario no contaminad­o por el poder, porque la CUP mantiene intacto su programa económico y social y no ofrece síntomas de renunciar. No es, para entenderno­s, como Podemos, que, según interpreta­ción de Pedro Sánchez, se ha moderado para conseguir el voto de las capas medias. La CUP es sólida y de condicione­s firmes. Si se es anticapita­lista, se es para siempre. Lo prodigioso es que Raül Romeva declare al día siguiente, y no a título personal, sino como cabeza de lista de Junts pel Sí: “Estoy de acuerdo prácticame­nte en todo lo que planteó la CUP”. Ya lo pueden volver a aclamar como president, detalle hecho para tranquiliz­ar a Mas.

Y hablo de altísima valoración de su poderío, porque es lo que demuestran con indiscutib­le autoridad. Logran que el proceso constituye­nte parezca iniciativa suya. Son capaces de alterar el orden de la hoja de ruta de Mas y Junqueras. Son también capaces de distinguir qué leyes españolas y qué sentencias del Tribunal Constituci­onal se pueden cumplir y cuáles deben ser “democrátic­amente” desobedeci­das. Mantienen el suspense de la investidur­a del president con una maestría que Hitchcock quisiera. Y sueñan permitirse el extraño privilegio de echar a Artur Mas, vetar a sus consellers y provocar la repetición de las elecciones.

Y todo eso, con 10 modestos escaños frente a los 62 de Junts pel Sí. Y se les suben a las barbas. Y consiguen mantener al país en vilo, esperando su próxima palabra. No me digáis que no es fascinante. Con 10 escaños, repito, pero le sacan el jugo como si fueran ciento. O ciento y la madre, que dirían en mi pueblo. Y la madre puede ser Romeva.

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LLUÍS GENÉ / AFP Antonio Baños, en el acto del jueves
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