Vargas Llosa, premiado por The Hispanic Society of America
Vargas Llosa e Isabel Preysler son el centro de la gala de la Hispanic Society of America
Quién se lo iba a decir, salvo el destino, que después de tantos años en la prensa en blanco y negro, la sesuda e intelectual, se convertiría en protagonista principal del colorido papel couché.
Hace un mes escaso, Mario Vargas Llosa, más en los medios hoy por su condición de “pareja de” a pesar de su prestigiosa y reconocida carrera literaria, irrumpió en público con Isabel Preysler. Los “novios” eligieron Nueva York para su presentación oficial.
Reaparecieron este jueves en la noche de la Gran Manzana. Cogidos de la mano en todo momento, como entonces, para erigirse en los más fotografiados.
Vargas Llosa, junto a Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo –duque de Alba–, y Francisco González, presidente del BBVA, recibieron el galardón que la Hispanic Society of América otorga en su gala anual.
La fiesta se celebró en el Metropolitan Club, uno de esos lugares al este de Manhattan, en la calle 60, tocando a la Quinta Aveni- da, que forman parte de la historia de la ciudad. Lo fundó el magnate J.P. Morgan en 1891.
El evento supuso el debut de Philippe de Montebello como presidente del comité de gobierno de la Hispanic Society. Montebello ejerció de director del enciclopédico Met Museum, desde 1977 hasta 2008 cuando se jubiló.
Además del embajador de España ante la ONU, Román Oyarzun, o el cónsul cultural, Juan José Herrera de la Muela, entre la larga lista de invitados se contaron Marisa Falcó, condesa de Godó, Carolina Herrera, Annette de la Renta, Agatha Ruiz de la Prada, Marta Sánchez o Plácido Domingo, en plenos ensayos de cara a la Tosca de Puccini que se estrena el próximo 16 en el Met Opera con su dirección artística.
“Princeton siempre es un lugar muy agradable”, dice Vargas Llosa, que lleva unas semanas impartiendo clases, una vez más, en esta universidad de Nueva Jersey.
El escritor y premio Nobel habla de su estudiantes. “Son tan buenos que te hacen trabajar mucho para no quedar atrás”, sostiene bajo la atenta mirada de su todavía silenciosa acompañante. –¿Reside allí? –No, vivo en Nueva York.
Entonces la conversación vira hacia Preysler. “No, no estoy instalada aquí”, replica. “Estoy pasando unos días”, aclara.
Aunque muchos creen que se mueven como pez en el agua, aseguran que la convivencia les resulta más fácil a más de 6.000 kilómetros de los focos de Madrid. “Hombre –responde él–, estamos un poquito más tranquilos, ¿no?”. Y ella remata con un “sí”. El autor de La guerra del fin del
mundo matiza que se sienten más protegidos, “esto es Babilonia”.
“Esta es una walking city”, interviene ella. “Estás caminando por la calle continuamente –comenta– y es importante no tener a los paparazzi encima. Bueno, tenemos un poquito más de libertad”. A lo que él bromea: “Igual nos venimos a vivir aquí”.
A los tres homenajeados se les distingue “por su excepcional contribución a la cultura y el arte hispanos”.
Francisco González aterrizó para la conmemoración, reafirmó el compromiso de su entidad “para trabajar por un futuro mejor”y partió rumbo a Lima, a la reunión del Fondo Monetario Internacional (FMI). El duque de Alba lamentó la brevedad del discurso. Había preparado uno de 20 minutos, en el que glosaba la relación de su abuelo con Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society, y lo debía dejar en dos. A los periodistas les señaló que la prioridad personal al frente de la Casa de Alba pasa “por equilibrar la economía”.
Suena la campana que marca el final del cóctel. La cena está servida. Antes, un apunte literario de no ficción. Este jueves se había conocido que el premio Nobel recaía en la rusa Svetlana Alexiévich. Ahora que los expertos y eruditos en esta periodista salen de debajo de las piedras, Vargas Llosa ejerce sabio: “Desgraciadamente no la he leído”.